sábado, 25 de junio de 2011

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Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Sed lo que veis y recibid lo que sois
1Cor 10,16-17


Lo que estáis viendo sobre el altar de Dios, lo visteis también la pasada noche pero aún no habéis escuchado qué es, qué significa, ni el gran misterio que encierra. Lo que veis es un pan y un cáliz; vuestros ojos así os lo indican. Mas según vuestra fe, que necesita ser instruida, el pan es el cuerpo de Cristo, y el cáliz la sangre de Cristo. Esto dicho brevemente, lo que quizá sea suficiente a la fe; pero la fe exige ser documentada. Dice, en efecto, el profeta: Si no creéis no comprenderéis (Is 7, 9). Ahora podéis decirme a mí: “Nos mandas que lo creamos; explícanoslo para que lo entendamos”. En efecto, puede surgir en la mente de cualquiera el siguiente pensamiento: “Sabemos de dónde tomó carne nuestro Señor Jesucristo: de la virgen María. Siendo pequeño tomó el pecho, fue alimentado, creció, llegó a la edad madura, fue perseguido por los judíos, colgado de un madero, muerto  en el madero y bajado del madero; fue sepultado, resucitó al tercer día, y cuando quiso subió al cielo, llevándose allí su cuerpo; de allí ha de venir a juzgar a vivos y a muertos, y allí está ahora sentado a la derecha del Padre: ¿cómo este pan es su cuerpo, y cómo este cáliz, o lo que él contiene es su sangre?”.


A estas cosas, hermanos míos, las llamamos sacramentos, porque una cosa es lo que se ve y otra lo que se entiende  Lo que se ve tiene forma corporal; lo que se entiende posee fruto espiritual. Por tanto, si quieres entender el cuerpo de Cristo, escucha al Apóstol, que dice a los fieles: Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros (1 Cor 12, 27). En consecuencia, si vosotros sois el cuerpo y los miembros de Cristo, sobre la mesa del Señor está el misterio que sois vosotros mismos y recibís el misterio que sois vosotros. A lo que sois respondéis con el Amén, y con vuestra respuesta lo rubricáis el sentido del Amén, que pronuncia el fiel cristiano al momento de comulgar. Se te dice: “El cuerpo de Cristo” y respondes: “Amén”. Sé miembro del cuerpo de Cristo, para que sea auténtico el Amén.

¿Por qué precisamente en el pan? No aportemos nada personal al respecto, y escuchemos de nuevo al Apóstol, quien, hablando del mismo sacramento, dice: Siendo muchos, somos un sólo pan, un único cuerpo (1 Cor 10, 17). Comprendedlo y llenaos de gozo unidad, verdad, piedad, caridad. Un solo pan: ¿quién es este único pan? Muchos somos un único cuerpo. Traed a la memoria que el pan no se hace de un solo grano, sino de muchos. Cuando recibíais los exorcismos, erais como molidos; cuando fuisteis bautizados, como asperjados; cuando recibisteis el fuego del Espíritu Santo fuisteis como cocidos, Sed lo que veis y recibid lo que sois. Eso es lo que dijo el Apóstol a propósito del pan.

Lo que hemos de decir respecto al cáliz, aun sin indicarlo expresamente, lo mostró con suficiencia. Para que exista esta especie visible de pan se han conglutinado muchos granos en una sola masa, como si sucediera aquello mismo que dice la Sagrada Escritura, a propósito de los fieles. Tenían una  sola alma y un solo corazón hacia Dios (Hch 4, 32). Lo mismo ha de decirse del vino. Recordad, hermanos cómo se hace el vino. Son muchas las uvas que penden del racimo, pero el zumo de las mismas se mezcla, formando un solo vino. Así también nos simbolizó a nosotros  Cristo el Señor; quiso que nosotros perteneciéramos a él, y consagró en su mesa el misterio de nuestra paz y unidad.  El que recibe el misterio de la unidad y no posee el vínculo de la paz, no recibe un misterio para provecho propio, sino un testimonio contra sí.

Sermón 272

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