Esta
es la gran fiesta de los cristianos. Esta celebración viene a ser la
joya de la liturgia de la Iglesia. Es el centro de todas las
celebraciones que ocurren a lo largo de todo el año. Más todavía, el
misterio pascual (la muerte y la resurrección del Señor) lo celebramos
constantemente a lo largo de todos los domingos y en la eucaristía
diaria.
Para
lo judíos la pascua era y lo sigue siendo su fiesta mayor. Es la Pascua
del A. T. La celebraban en recuerdo de su liberación de Egipto, guiados
por Moisés, e inmolaban, como víctima, un cordero. Ahora es Jesús,
cordero sin mancha, quien, ofreciéndose como víctima y muriendo por
nosotros, nos libera de la esclavitud del pecado e inaugura una Pascua
única y definitiva, una vida nueva para todos.
Es
la Pascua de Jesús y también nuestra pascua. Porque en él todos hemos
resucitado. Y hemos resucitado para dar vida también nosotros, dando
nuestra propia vida. Como Jesús. Resucitó porque no se había reservado
para sí su propia vida, sino que la iba entregando. Él mismo dice en
otra ocasión: El que guarda su vida para sí, la pierde; pero el que la
entrega por la causa del Evangelio la gana para siempre.
La
vida de Jesús no termina con la muerte. Como el grano de trigo, o de
cualquier otra semilla, no termina enterrado en el surco. La comparación
es del mismo Jesús. El grano de trigo muere, pero renace o resucita en
una espiga nueva cargada de muchos granos. Jesús entregó su vida, pero
la recuperó nueva y gloriosa para vivir en nosotros; o mejor, para que
también nosotros podamos vivir como él y podamos resucitar con él.
Pero
volvamos al evangelio de hoy. María Magdalena acude al sepulcro al
amanecer del primer día de la semana. Este día se llamará en adelante
Domingo o Día del Señor. Y encuentra el sepulcro vacío. Estaba vacío
porque el sepulcro no podía ser el final. Se sorprende y corre a
comunicar la noticia a los discípulos. Los demás evangelistas nos hablan
de que fueron varias mujeres las que acudieron a primera hora al lugar
donde había sido enterrado. En los momentos decisivos, en el momento
cumbre de la muerte y resurrección del Señor, mientras los demás
discípulos se escondían por miedo, las mujeres han sabido estar ahí, al
pie de la cruz, intrépidas y valientes. Por eso fueron las primeras en
conocer la Gran Noticia de la Resurrección y las primeras en darla a
conocer.
María
Magdalena y la otra María habían ido a ver el sepulcro. Habían ido a
ver un muerto. Y se encuentran con la gran sorpresa de las palabras del
ángel del Señor, que les dice: Buscáis a Jesús crucificado. No está
aquí. HA RESUCITADO. Se llenaron, dice el texto, de inmensa alegría y
corrieron a anunciar a los discípulos la gran noticia.
También
a nosotros se nos ha anunciado esta gran noticia. Lo hemos vivido y
experimentado hoy. Y nos hemos llenado de gozo. Tenemos que correr a
anunciar este hecho a otros, al mundo. Y decirles que ahora es posible
la esperanza en una vida mejor, la libertad de los hijos, la alegría, la
solidaridad y el amor entre todos.
Tendrá
sentido y será eficaz la muerte de Jesús por nosotros y su resurrección
si nos comprometemos a construir con él un mundo mejor: más human, más
justo, más en paz, más cristiano, más fraterno. Si así lo hacemos, la
Pascua no será cosa de un solo día, sino una realidad permanente. Será,
en nosotros, una vida nueva ya en este mundo, pero plena y definitiva en
el otro.
En
la eucaristía celebramos la muerte y la resurrección, del Señor. Es
también acción de gracias por su amor entregado y por la vida que nos
da. Conservemos esta vid y comuniquémosla a los demás, como Cristo nos
la ha comunicado a nosotros.
Alegrémonos, hermanos, y demos siempre gracias al Señor.
P. Teodoro Baztán
0 Reactions to this post
Add CommentPublicar un comentario