miércoles, 27 de agosto de 2014

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Santa Mónica

 Mónica nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332. Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa pero de muy fuerte disciplina.  Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad (como su nombre lo indica) pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Es su hijo San Agustín quien nos habla de su madre en las Confesiones. No podemos hablar de la madre sin referirnos al hijo. Tenemos una Familia Santa. Es así que siguiendo el ejemplo de esta santa mujer que llegó a la santidad solo sabiendo ser madre, surge la Comunidad de Madres Cristinas "Santa Mónica".

La figura de santa Mónica tiene hoy, como siempre, un gran poder de atracción. Personifica a la madre cristiana; y más en tiempos tan revueltos como los actuales. La Comunidad nació en la primavera de 1982, en el Centro de Acción Católica de la madrileña parroquia de Santa Rita. Contribuyeron a su rápida difusión, a la par que las afiliadas todas de este Centro, las de la Fraternidad Seglar Agustino Recoleta de la misma parroquia. Enseguida, muchas de las que iban asociándose se constituían en propagadoras de la Obra. Actualmente  contamos con que muchas madres, al leer estas líneas, desearán colaborar en la difusión creciente de la Comunidad, que ha llegado ya a extenderse por casi toda España,  Hispanoamérica,  y algunas naciones de Europa.
El objetivo que la Comunidad persigue es sencillo: perseverar, como santa Mónica, en la oración por la fe de los hijos. Sobre su organización poco hay que decir. Es bien simple. Las madres se encuadran en grupos –en “coros”- de siete, principalmente por razones eucarísticas: cada una tiene asignado un día a la semana en que, a ser posible, diga su oración ante el Santísimo. Así, diariamente, de cada coro una, de cada mil coros mil madres, rezan ante el sagrario por la fe de los hijos.

En la Comunidad caben todas las madres con fe y toda mujer de fe, con tal que se comprometan a rezar a diario por la fe de los hijos propios y ajenos. Ninguna se verá impedida ni por motivos económicos ni por sus ocupaciones. Nuestras madres tienen un compromiso: ORAR POR LA FE DE SUS HIJOS y LOS HIJOS DE TODAS LAS ASOCIADAS.
  


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