lunes, 15 de septiembre de 2014

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De la mano de San Agustín

1 Cor 11,17-26  Dios usa bien de los malos para utilidad de los buenos

Cuanto me alegra tu santo afán, tanto me contrista la noticia que me das de los perniciosos y dañinos errores que ponen en gran peligro vuestra provincia. Mas como está anunciado que esto tenía que suceder, no hay que espantarse de que los errores broten, sino que hay que vigilar para que no dañen. Dios, nuestro Libertador, no los permitiría surgir si no conviniese también educar a sus santos por tales pruebas. Los herejes alcanzan con su perversa voluntad el pago de su presente ceguera y de su futuro y eterno suplicio, si por contumacia no se dejan adoctrinar, y son negligentes para corregirse y enmendarse mientras están en esta vida.

Ellos usan mal de los dones de Dios, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores, que por su paciencia los llama a penitencia, cuando atesoran ira para el día de la saña y revelación del justo juicio de Dios. Pues del mismo modo que ellos usan mal de la paciencia y benignidad de Dios, esto es, de sus bienes, cuando no se corrigen, así, por el contrario, Dios usa bien del mal de ellos: no sólo manifiesta su justicia, con la que les pagará al fin lo que han merecido, sino que ejercita también y hace progresar a sus santos, para que los buenos progresen por la misma perversidad de los malos, y sean probados y manifiesten ser tales. Así dijo el Apóstol: Conviene que haya herejías para que los probados se manifiesten entre vosotros (1 Cor 11,19).

Si Dios no pudiese usar bien de los malos para utilidad de sus elegidos, El, que del mal de Judas sacó para nosotros tan grande beneficio como es el ser redimidos con la sangre de Cristo, podía impedir que nacieran los que sabe que habían de ser malos, o matarlos en el mismo principio de su maldad. Pero en tanto les permite vivir en cuanto sabe que conviene y basta para amonestar y ejercitar a su santa casa. Así nos consuela por la tristeza que sentimos por los malos, porque nos conforta incluso con la misma tristeza que sentimos por ellos, y a ellos los hunde si perseveran en su perversidad.

No puede compararse a ningún gozo en esta vida el que sentimos cuando algunos de ellos se corrigen y mejoran y se unen a la comunión de los santos. Por eso está escrito: Hijo, si fueres sabio, lo serás para ti y para tus prójimos; pero si fueres malo, para ti solo serán los males (Prov 9,11). Cuando nos regocijamos por los fieles y justos, a ellos y a nosotros aprovecha su bien; mas cuando nos entristecemos por los infieles e inicuos, a ellos solos les daña su malicia y nuestra tristeza, mientras a nosotros nos favorece mucho ante Dios el entristecemos misericordiosamente por ellos y el gemir y orar en esa tristeza. Por lo tanto, sierva de Dios honorable y digna de alabanza en Cristo, apruebo en gran manera y alabo tu tristeza por los tales, tu vigilancia y cautela contra ellos, como me dices en tu carta. Y pues me lo exiges, te exhorto, según mis fuerzas, a caminar con perseverancia por esa senda; te amonesto que te compadezcas de ellos siendo sencilla como una paloma, pero que los evites siendo astuta como una serpiente; te invito a trabajar con todo ahínco para que los que viven unidos a ti permanezcan contigo en la fe recta, o vuelvan a la fe recta si acaso algunos se han desviado de ella.
Carta 264,1-2



 

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