viernes, 19 de septiembre de 2014

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De la mano de San Agustín

Lc 8, 1-3  Cristo fue más sublime, por ser más misericordioso

El mismo Señor tenía una bolsa, en la que se depositaban las cosas necesarias, y tenía dinero para las necesidades de él y de los que con él vivían, pues no miente el evangelista cuando dice que tuvo hambre (2 Cor 8,9). Quiso tener hambre por ti, para que no sientas tú hambre en aquel que, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos a nosotros con su pobreza. Tuvo, pues bolsa, a pesar de que se dice que algunas piadosas mujeres que le seguían sus pasos por donde evangelizaba, y que le abastecían con sus propios bienes. En el Evangelio se citan estas mujeres; entre ellas se hallaba la mujer de un tal Cusa, administrador de Herodes. Mira lo que hacían.

Más tarde había de aparecer Pablo, que, sin pedir nada, lo dio todo a los que debían proveerle. Pero, como muchos necesitados habían de pedir estas cosas, Cristo se adaptó a estos necesitados. ¿Es que, entonces, Pablo es más sublime que Cristo? Cristo es más sublime, porque es más misericordioso. Pues, sabiendo que Pablo no había de pedir estas cosas, proveyó para que no se condenase a quien pidiera, y ofreció un ejemplo al débil; y como veía que muchos habían de ir solícitos y gozosos al martirio, y que en la misma pasión se habían de alegrar, siendo animosos, robustos y maduros para el granero, y también a otros débiles, a quienes veía que podían perturbarse ante los padecimientos, para que no desfalleciesen, sino que más bien acoplasen su voluntad humana a la voluntad del Creador, quiso Cristo asumir sus personas en su pasión, diciendo: Triste está mi alma hasta la muerte; y añadió: Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz. Enseñó qué debía decir el débil, pero inmediatamente declaró qué es lo que debía hacer el débil: Pero que no se cumpla mi voluntad, sino la tuya (Mt 26,38.39).
Así como en la pasión personificó a los débiles, prefigurándolos en su cuerpo, ya que eran miembros suyos, y no en vano se dijo: Tus ojos vieron mi imperfección, y en tu libro todas se hallan escritas; así también en la posesión de las bolsas, y en el exigir, en cierto modo los víveres, que no han de pedirse, sino ofrecerse, se acogió a la indigencia. Zaqueo lo recibió gozoso (Lc 8,6). ¿Para quién fue el bien: para Cristo, o para Zaqueo? Si no le hubiera recibido Zaqueo, ¿acaso no habría tenido un lugar donde permanecer el fabricador del mundo? O si Zaqueo no le hubiera alimentado, ¿le habría faltado el sustento al que con cinco panes sació a cinco mil hombres? Cuando alguien recibe a un santo, no beneficia al amparado, sino al amparador. ¿Acaso en aquella gran hambre no era alimentado Elías? ¿No le traía un cuervo pan y carne, sirviendo una criatura al siervo de Dios?55 Sin embargo fue enviado a que le alimentase una viuda, para que le ayudara con algo, no como a un soldado, sino como a un proveedor.
Comentario al salmo 103, 3,11
 

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