lunes, 20 de octubre de 2014

// //

Santa Magdalena de Nagasaki (8)

Cerca de dos años, después de la muerte de nuestros religiosos, estuvo Magdalena en los montes ejercitándose en predicar, bautizar, aconsejar, consolar y fortalecer a los que la acompañaban y buscaban para su consuelo espiritual, que eran innumerables. Hasta que, viendo el cruel estrago que el demonio hacía en el rebaño de Cristo por medio del tirano Unemedono, que, inventando el tormento del infierno de Unzen, fue causa de que, atemorizados con él, renegasen innumerables cristianos, abrasando a Magdalena un ardiente deseo de volver por la honra de Dios, se fue a Nagasaki y se presentó al tirano, al cual reprendió sus crueldades y tiranías con tanta gravedad y modestia, con tal espíritu y valor, con palabras y sentencias tan eficaces y vivas que lo dejó absorto y confuso. Y como no tuviese qué responder a sus razones y propuestas, por no confesarse vencido la aconsejó dejase nuestra santa fe, diciéndole tuviese compasión de sus tiernos años (que no eran más que 18) y de su singular y rara hermosura, por la cual, cuando no lo mereciera por su alto nacimiento, era digna de ser esposa del ser más poderoso de la tierra y que él haría con el emperador le diese alto casamiento, riquezas y grande estado. Respondió Magdalena que no hiciese caso de su hermosura, que ésa hoy es y mañana desaparece; ni de su nobleza, que la mayor que tenía era ser cristiana; ni le procurase esposo, que ya lo tenía tal que no solamente era el mayor príncipe del mundo, sino el mayor del cielo y de la tierra, el cual era Cristo, Redentor de las almas, quien, como por las demás, había derramado su preciosa sangre por la suya; aunque él maliciosamente no quería conocerlo, y por eso y su obstinación en los vicios y mal obrar estaba, según la presente justicia, condenado a fuego eterno. Y que así, no se cansase en persuadirla, que sería gastar tiempo sin provecho, pues mil vidas que tuviese, todas las perdería en defensa de la fe que profesaba y por amor del esposo que tenía.

Viendo esto el tirano, la mandó poner en la cárcel donde sus amados padres espirituales habían estado, y en ella Magdalena, con notable alegría, derramando muchas lágrimas de inefable consuelo, cantaba salmos, himnos y alabanzas a Dios con tal suavidad y melodía que suspendía a los oyentes y con tal espíritu que se quedaba muchas veces arrobada con notable admiración de los que la veían.

Requirióla en la cárcel el tirano, no una, sino muchas veces, que retrocediese y dejase nuestra Ley, haciéndole siempre las promesas que antes. Pero la esposa de Cristo le respondía con la constancia que la primera vez y le advertía lo que le importaba para su salvación, por lo que determinó el tirano proceder con rigor, dando a Magdalena tormentos exquisitos.

Iba por el camino con semblante tan alegre que causaba admiración a quien la miraba: animaba a sus compañeros; predicaba a los gentiles, y advertía a los cristianos perseverasen en la fe que profesaban, porque en sola la Ley de Cristo se pueden los hombres salvar y conseguir el fin para que fueron criados.

Llegada que fue al lugar del martirio, puesta ya junto a su cueva, la amonestó el tirano renegase y que le daba palabra la casaría con el mayor del Japón, con otras muchas promesas que le hizo. Pero como la sierva de Dios respondiese con la constancia de siempre, fue puesta en el tormento de la suerte dicha; pero tan metido el cuerpo, para mayor pena, en la cueva que no quedaban fuera de ella más que las piernas, cubiertas por la honestidad.
En este tormento estuvo esta santa virgen por espacio de catorce días sin comer ni beber cosa alguna, y lo que más es que siempre estaba cantando alabanzas a Dios, con tanta suavidad que suspendía a los que iban a verla, todos los cuales volvían admirados de ver un tan singular prodigio. Estando en su martirio rodeada de ministros que de día y de noche la guardaban, no dejando llegar junto a la cueva a persona alguna, la hallaron algunas veces sueltas las manos, y por tres veces suelta totalmente encima de la cueva, rezando en un rosario de papel de Japón, que es al modo de tafetán muy delgado, lo cual tuvieron todos por cosa milagrosa. Preguntáronle una vez entre otras, si quería tornar atrás y respondió que no, que antes tenía sed; y preguntada si quería agua, dijo que no, que su sed no se apagaba con aquella agua, que su esposo, Jesús, le daría presto el agua que ella deseaba, y apagaría su sed. Y con esto invocaba a Cristo y a su santísima Madre.

Vióse la asistencia del Señor en otra ocasión, que, llamando a los guardas, dijo, si querían oír una canción. Y habiendo respondido que sí, comenzó a cantar en lengua japonesa algunos cantares en loor de su esposo con tanta armonía y suavidad que, admirados, decían que aquella voz y música no era humana. Tenían mucha razón, pues estando en aquel tormento tan penoso, que ni la voz destemplada y ronca podía salir del cuerpo, cargando toda la sangre al pecho y rostro, saliendo arroyos por boca, ojos, narices y orejas, no parece naturalmente posible poder cantar con tan extraordinaria dulzura. Prodigios son de la mano poderosa de Dios para enseñarnos que el padecer por su amor, tiene áspera la corteza y es la médula apacible y dulce. Sola la determinación a las penas es desabrida, que en los tormentos, Dios suspende el dolor. Al considerarlos se estremece la frágil naturaleza, pero en la ejecución se empeña el Señor en suavizarlos como experimentaba nuestra bendita virgen Magdalena. Así pasó catorce días sin mostrar flaqueza un cuerpo tierno, virginal y atenuado de penitencias, atormentado cruelmente sin haber tomado alimento alguno, conservándole a lo que entendemos, (un) celestial sustento, hasta que ya le pareció a su esposo Jesucristo recibir a Magdalena en el descanso eterno. Llovió mucho, corrieron las aguas, de manera que llenándose la cueva en que estaba la santa doncella, la ahogó.

Santa Magdalena de Nagasaki fue canonizada el 18 de octubre de 1987 y declarada PATRONA de la Fraternidad Seglar Agustino Recoleta en 1989. Su fiesta se celebra el 20 de octubre.

0 Reactions to this post

Add Comment

Publicar un comentario