jueves, 18 de diciembre de 2014

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De la mano de San Agustín (16)

Por qué la encarnación

 Ved que han nacido de Dios. ¿A qué se debió que nacieran de Dios quienes antes habían nacido de los hombres? ¿A qué de debió? Y la Palabra se hizo carne para habitar entre nosotros (Jn 1,14).
¡Trueque admirable! Él se hace carne y éstos se hacen espíritu. ¿Qué significa esto? ¡Qué condescendencia, hermanos míos! Levantad el ánimo a esperar y recibir cosas mejores. No os entreguéis a las apetencias mundanas. Fuisteis comprados a un precio; por vosotros se hizo carne la Palabra; por vosotros se hizo hijo del hombre quien era Hijo de Dios para que los que erais hijos del hombre fuerais hechos hijos de Dios. ¿Qué era él, qué se hizo? ¿Qué erais vosotros, qué habéis sido hechos? Él era el Hijo de Dios. ¿Qué se hizo? Hijo del hombre. Vosotros erais hijos del hombre; ¿qué habéis sido hechos? Hijos de Dios. Compartió con nosotros nuestros males el que nos iba a dar sus bienes. Pero él dista mucho de nosotros aun en el mismo hacerse hijo del hombre. Nosotros somos hijos del hombre mediante la concupiscencia de la carne; él es hijo del hombre merced a la fe de una virgen. La madre de cualquier hombre ha concebido tras mantener una relación sexual: todo hombre ha nacido de dos hombres: su padre y su madre. Cristo, en cambio, nació del espíritu santo y de la virgen María. Llegó a nosotros, pero no se apartó mucho de sí; más aún, de sí, en cuanto es Dios, nunca se apartó, pero le añadió lo propio de nuestra naturaleza. Llegó, pues a ser lo que no era, sin dejar de ser lo que era. Se hizo hijo del hombre, pero no dejó de ser Hijo de Dios. Por eso es el Mediador que está en el medio. ¿Qué significa «en el medio»? Ni arriba ni abajo. ¿Cómo ni arriba ni abajo? Ni arriba, por ser carne, ni abajo, por no ser pecador. Efectivamente, no vino a nosotros abandonando al Padre. Se alejó de nosotros, pero no nos abandonó; volverá a nosotros, pero no abandonará al Padre.
Sermón 121, 5.

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