sábado, 20 de diciembre de 2014

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De la mano de San Agustín(18)

La virginidad de María, una opción libre por amor

 Una circunstancia hace más grata y apreciable esta misma virginidad de María: una vez concebido, Cristo podía sustraer a su madre al varón que pudiera ajar su virginidad que él quería que conservara; pero, ya antes de su concepción, prefirió nacer de esa virginidad que ella había consagrado a Dios. Es lo que indican las palabras con que María replicó al ángel que le anunciaba que estaba encinta: ¿Cómo -dice- acontecerá eso, si no conozco varón (Lc 1,34) Palabras que ciertamente no hubiera pronunciado si no hubiese consagrado con anterioridad su virginidad a Dios. Pero como los usos judíos aún rechazaban esa práctica, fue desposada con un varón justo, quien, más que arrebatársela por la fuerza, había de proteger contra los violentos la virginidad que ella ya había prometido con voto. Supongamos que solo hubiese dicho: ¿cómo acontecerá eso?, sin añadir: pues no conozco varón. Ciertamente no hubiese preguntado cómo una mujer iba a dar a luz al hijo que se le prometía si se hubiese casado pensando en mantener relaciones sexuales. Cabía también la posibilidad de que se ordenara permanecer virgen a la mujer en la que el Hijo de Dios, mediante el milagro adecuado, iba a recibir la condición servil. Mas, como iba a constituirse en ejemplo para las santas vírgenes, a fin de evitar que alguien juzgase que solo debía ser virgen la mujer que mereciese concebir un hijo incluso sin trato carnal, consagró a Dios su virginidad aun antes de saber a quién iba a concebir. De esta manera hizo realidad en su cuerpo mortal y terreno una reproducción de la vida celeste por decisión personal, no por imposición de otro; porque el amor la llevó a esa opción, no porque su condición de esclava la obligase a ello. Así, al nacer de una virgen que ya había determinado permanecer tal antes de saber quién iba a nacer de ella, Cristo prefirió aprobar, antes que imponer, la santa virginidad. Y de ese modo quiso que la virginidad fuese libre hasta en la mujer de la que tomó la condición de siervo.
 La Santa Virginidad, IV, 4

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