sábado, 28 de marzo de 2015

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De la mano de San Agustín (24)

Modestia de María

 Ante todo, hermanos, y pensando en la instrucción de las mujeres, nuestras hermanas, no hay que pasar por alto la modestia tan santa de la Virgen María. Había dado a luz a Cristo, un ángel se había acercado a ella y le había comunicado: He aquí que concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Será grande y se llamará Hijo del Altísimo ( Lc 1,31-32). Aunque había merecido alumbrar al Hijo del Altísimo, era muy humilde; ni siquiera antepuso su nombre al del marido. No dice: «Yo y tu padre», sino: Tu padre y yo (Lc 2,48). Notuvo en cuenta la dignidad de su seno, sino la jerarquía conyugal. Nunca Cristo humilde hubiese enseñado a su madre a ensoberbecerse. Tu padre y yo, angustiados, te estábamos buscando ( Lc 2,48). Tu padre —dijo— y yo, porque la cabeza de la mujer es el varón ( (Cf 1Cr 11,3; Ef. 5,23). ¡Cuánto menos deben enorgullecerse las demás mujeres! Pues también a María se la llama «mujer», no porque hubiera perdido su virginidad, sino por un modo de hablar propio de su pueblo. También el Apóstol dice acerca del Señor Jesucristo: Nacido de mujer (Ga 4,4). Pero esto en ningún modo modifica el orden y el contenido de nuestra fe, según la cual confesamos que nació del Espíritu Santo y de la Virgen María. Ella concibió siendo virgen, siendo virgen dio a luz y permaneció siendo virgen. Pero los judíos llamaron «mujeres» a todas las hembras humanas, conforme a una característica de la lengua hebrea. Escucha un ejemplo clarísimo. A la primera mujer que Dios hizo, extrayéndola del costado del varón, se la designa como «mujer» antes de que yaciese con su marido —algo que, según está escrito (Cf Gn 4,1), tuvo lugar después de abandonar el paraíso—. Dice, en efecto, la Escritura: La hizo mujer (Gn 2,22).
Sermón 51, 18

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