viernes, 6 de marzo de 2015

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De la mano de San Agustín (5)

Todo lo administras con orden

  ¿Quién negará, ¡oh Dios grande!, que todo lo administras con orden? ¡Cómo se relacionan entre sí en el universo todas las cosas y con qué ordenada sucesión van dirigidas a sus desenlaces! ¡cuántos y cuán varios acontecimientos no han ocurrido para que nosotros entabláramos esta discusión! ¡Cuántas cosas se hacen para que te hallemos a ti! ¿De dónde sino del mismo orden universal mana y brota esto mismo, es decir, que nosotros estuviésemos despiertos y tú atento al sonido del agua e indagando la causa de un fenómeno tan ordinario, sin atinar en ella? Intervino también un ratoncito para que yo saliera a la escena. Finalmente, tu mismo discurso, tal vez sin intención tuya-nadie es dueño de que alguna idea le venga a la mente-, no sé cómo me revolotea en el magín, inspirándome la respuesta que debo dar. Pues yo te pregunto: si la disputa que tenemos aquí la escribes, como te has propuesto, y se divulga algún tanto, llegando a la fama de los hombres, ¿no les parecerá una cosa tan grave, digna de la respuesta de algún gran adivino o caldeo, que, preguntado sobre ella, hubiese respondido antes de verificarse? Y si hubiera respondido, se hubiera considerado una cosa tan divina; tan digna de celebrarse con aplauso universal, que nadie se atrevería a preguntar por qué cayó una hoja de árbol o un ratón inquieto fue molesto para un hombre que descansaba en su lecho. Pues ¿acaso estas predicciones de lo futuro las hizo alguno de ellos por cuenta propia o fue requerido por el consultor a decirlas? Y si adivinare que ha de publicarse un libro de importancia y viese que era necesario aquel hecho, pues de otro modo no podría adivinarlo, luego tanto la caída de las hojas en el campo como todo lo que hace en casa ese animalito, todo se hallaría enlazado con el orden, lo mismo que este escrito, Porque con estas palabras estamos haciendo unos razonamientos que, de no haber precedido aquellos hechos tan insignificantes, no nos hubieran ocurrido ni se hubieran expuesto ni tomado en cuenta para legarlos a la posteridad. Así que nadie me pregunte ya por qué suceden cada una de estas cosas. Baste con saber que nada se engendra, nada se hace sin una causa suficiente, que la produce y lleva a su término.
DeOrd.1, 5, 14.

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