lunes, 27 de abril de 2015

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De la mano de San Agustín (17)

Yo soy la puerta

 Regresa, pues, conmigo a lo que yo decía; quizá haya de entenderse de manera que ambos salgamos del problema. Por cierto, yo, según la fe católica, veo cómo salir sin fracaso, sin tropiezo; tú, en cambio, acorralado, buscas por dónde salir. Mira por dónde habías entrado. Tal vez no has entendido tampoco lo que he dicho: mira por dónde habías entrado; óyelo a él mismo decir: Yo soy la puerta (Jn 10,7). No sin causa, pues, buscas por dónde salir y no lo encuentras, sino porque, en vez de entrar por la puerta, te has caído por la tapia. Como, pues, puedas, recógete 6 de tu descalabro y entra por la puerta; así entrarás con éxito y saldrás sin error. Ven mediante Cristo, no digas lo que se te ocurra, sino di lo que él ha mostrado. He aquí cómo la Iglesia católica sale de esa proposición. El Hijo caminó sobre el mar, puso sobre las aguas los pies de carne; la carne caminaba, mas la divinidad pilotaba. Cuando, pues, caminaba y la divinidad pilotaba, ¿estaba ausente el Padre? Si estaba ausente, ¿cómo el Hijo mismo dice: Pero el Padre que permanece en mí hace sus obras él mismo? (Jn 14,10) Si, pues, el Padre que permanece en el Hijo hace sus obras él mismo, el Padre hacía la caminata de la carne sobre el mar, la hacía mediante el Hijo. La caminata, pues, es obra inseparable del Padre y del Hijo. Veo a uno y otro obrar allí; ni el Padre abandonó al Hijo, ni el Hijo se apartó del Padre. Así, porque el Padre no hace sin el Hijo cualquier cosa que hace, el Hijo no hace sin el Padre cualquier cosa que hace.
Ev Jn. Trat. XX, 6

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