lunes, 8 de febrero de 2016

// //

De la mano de San Agustín (7): No pudiendo nosotros llegar hasta el médico, vino él a nosotros

Por tanto, hermanos míos, puesto que también nosotros hemos nacido de Adán y, como dice el Apóstol, en Adán mueren todos (1Co 15,22) —la humanidad entera se componía en un momento determinado de sólo dos personas— si no quisimos obedecer al médico para no enfermar, obedezcámosle para librarnos de la enfermedad. Cuando estábamos sanos, el médico nos dio algunos preceptos; nos los dio para que no necesitáramos de él. No necesitan del médico —dijo— los sanos, sino los enfermos ( Mt 9,12). Estando sanos despreciamos los preceptos y, por experiencia, vimos a cuán gran ruina nos condujo tal desprecio. Ya comenzamos a enfermar, nos fatigamos, estamos en el lecho de la enfermedad; pero no perdamos la esperanza. Pues no pudiendo llegar nosotros hasta el médico, él mismo se dignó venir hasta nosotros. No despreció al herido que lo había despreciado cuando estaba sano. No cesó de dar otros preceptos al lánguido que no quiso guardarlos antes para no caer enfermo, como si le dijera: «Por experiencia has visto que dije la verdad cuando te indicaba: ¡No toques esto! Sana, pues, y vuelve a la vida. Advierte que cargo con tu enfermedad (Cf Is 53,4); bebe el cáliz amargo. Pues tú hiciste que te fuesen tan fatigosos preceptos tan dulces que te di cuando estabas sano. Los despreciaste y comenzaste a sentir fatiga; no puedes sanar si no bebes el cáliz amargo, el cáliz de las tentaciones en que abunda esta vida, el cáliz de las tribulaciones, de las angustias, de las pasiones. Bébelo —dice— bébelo para vivir». Y para que el enfermo no le respondiera: «No puedo, no lo soporto, no lo bebo», lo bebió antes el médico sano, para que no dudase de beberlo el enfermo. ¿Qué hay de amargo en tal bebida que no lo bebiera él? Si la afrenta; antes escuchó él, al expulsar a los demonios, que tenía un demonio ( Cf Lc 7,33) y que expulsaba los demonios por Belcebú (Cf Lc 11,15). Por eso, al consolar a los enfermos, dice: Si llamaron Belcebú al padre de familia, ¿cuánto más a los de su casa? (Mt 10,25) Si son amargos los dolores, él fue atado, flagelado y crucificado. Si es amarga la muerte, también murió. Si la debilidad aborrece cierto género de muerte, nada había entonces más ignominioso que la muerte de cruz. No en vano el Apóstol, para encarecer su obediencia, añadió: Se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2,8).
Sermón 88,7

1 Reaction to this post

Add Comment
  1. Unknown dijo... 8 de febrero de 2016, 1:59

    http://thehalfdaydietplanbookreview.com


    Americans have adapted to a lifestyle of convenience and technology where fast food has become part of everyday life. We are at a point where more people are dying of diseases caused by a combination of over abundance of food and sedentary life-style than from starvation. However, if asked the typical American would report a desire to improve their overall fitness and a majority of Americans do just this every January.
    http://theexfactorguidebookreviews.com

Publicar un comentario