jueves, 8 de septiembre de 2016

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Caeli Enarrant- Salmo XVIII

Los cielos dan pregones de tu gloria,
anuncia el estrellado tus proezas;
los días te componen clara historia,
las noches manifiestan tus grandezas.

No hay habla ni lenguaje tan diverso,
que a las voces del cielo no dé oído:
corre su voz por todo el universo;
su son de polo a polo ha discurrido.

Allí hiciste al sol rica morada,
allí el garrido esposo y bello mora;
lozano y valeroso su jornada
comienza, y corre y pasa en breve hora.

Traspasa de la una a la otra parte
el cielo, y con su rayo a todos mira.
Mas ¡cuánto mayor luz, Señor, reparte
tu ley, que del pecado nos retira!

Tus ordenanzas, Dios, no son antojos;
avisos sabios son, al terco pecho;
Tus leyes alcohol de nuestros ojos,
tu mandado alegría y fiel derecho.

Tenerte es bien jamás perecedero,
tus fuerzas son verdad justificada;
Mayor codicia ponen que el dinero,
más dulces son que miel muy apurada.

Amarte es abrazar tus mandamientos,
guardallos mil riquezas comprehende;
Mas ¿quién los guarda, o quién sus movimientos
todos los nivela o los entiende?

Tú limpia en mí, Señor, lo que no alcanzo,
y libra de altivez el alma mía,
que si victoria deste vicio alcanzo,
derrocaré del mal la tiranía.

Darásme oído entonces; yo contino
diré: Mi Redentor, mi bien divino.

Fray Luis de León

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