viernes, 23 de septiembre de 2016

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De la mano de Agustín (6): Cristo es más sublime, porque es más misericordioso.

El mismo Señor tenía una bolsa, en la que se depositaban las cosas necesarias, y tenía dinero para las necesidades de él y de los que con él vivían, pues no miente el evangelista cuando dice que tuvo hambre (Mt 4,2; 21,18). Quiso tener hambre por ti, para que no sientas tú hambre en aquel que, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos a nosotros con su pobreza (2Co 8,9). Tuvo, pues bolsa, a pesar de que se dice que algunas piadosas mujeres que le seguían sus pasos por donde evangelizaba, y que le abastecían con sus propios bienes. En el Evangelio se citan estas mujeres; entre ellas se hallaba la mujer de un tal Cusa, administrador de Herodes (Lc 8,3). Mira lo que hacían. Más tarde había de aparecer Pablo, que, sin pedir nada, lo dio todo a los que debían proveerle. Pero, como muchos necesitados habían de pedir estas cosas, Cristo se adaptó a estos necesitados. ¿Es que, entonces, Pablo es más sublime que Cristo? Cristo es más sublime, porque es más misericordioso. Pues, sabiendo que Pablo no había de pedir estas cosas, proveyó para que no se condenase a quien pidiera, y ofreció un ejemplo al débil; y como veía que muchos habían de ir solícitos y gozosos al martirio, y que en la misma pasión se habían de alegrar, siendo animosos, robustos y maduros para el granero, y también a otros débiles, a quienes veía que podían perturbarse ante los padecimientos, para que no desfalleciesen, sino que más bien acoplasen su voluntad humana a la voluntad del Creador, quiso Cristo asumir sus personas en su pasión, diciendo: Triste está mi alma hasta la muerte; y añadió: Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz. Enseñó qué debía decir el débil, pero inmediatamente declaró qué es lo que debía hacer el débil: Pero que no se cumpla mi voluntad, sino la tuya (Mt 26,38.39). Así como en la pasión personificó a los débiles, prefigurándolos en su cuerpo, ya que eran miembros suyos, y no en vano se dijo: Tus ojos vieron mi imperfección, y en tu libro todas se hallan escritas (Sal 138,16); así también en la posesión de las bolsas, y en el exigir, en cierto modo los víveres, que no han de pedirse, sino ofrecerse, se acogió a la indigencia. Zaqueo lo recibió gozoso (Lc 19,6). ¿Para quién fue el bien: para Cristo, o para Zaqueo? Si no le hubiera recibido Zaqueo, ¿acaso no habría tenido un lugar donde permanecer el fabricador del mundo? O si Zaqueo no le hubiera alimentado, ¿le habría faltado el sustento al que con cinco panes sació a cinco mil hombres? Cuando alguien recibe a un santo, no beneficia al amparado, sino al amparador. ¿Acaso en aquella gran hambre no era alimentado Elías? ¿No le traía un cuervo pan y carne, sirviendo una criatura al siervo de Dios? (2R 17,6) Sin embargo fue enviado a que le alimentase una viuda, para que le ayudara con algo, no como a un soldado, sino como a un proveedor.

 Hablábamos, hermanos, del sostenimiento de los pobres. Pues bien, como el Señor tenía bolsa, cuando le dijo a Judas, el que lo había de entregar: Lo que vas a hacer, hazlo pronto, no entendieron los demás lo que le dijo, creyendo que le había ordenado preparar algo para dárselo a los pobres. Sin duda que el Señor tenía bolsa: está escrito en el Evangelio (Jn 13,27-29). ¿Podrían los demás haber sospechado esto de entregar a los pobres, si no hubiera sido una costumbre del Señor? De lo que se daba y se metía en la bolsa, se entregaba también a los pobres, a los que Dios ha enseñado a no despreciar. Si no desprecias al pobre, ¿cuánto menos al buey que trilla en esta era? Y ¿cuánto menos a tu siervo? Si no necesita alimento, quizá necesite vestido; y si no necesita vestido, tal vez necesite un techo; o quizá esté construyendo una iglesia, o edificando algo útil en la casa de Dios; él espera que te preocupes y cuides del indigente y del pobre. Tú, al contrario, tierra dura, pedregosa, no regada, o regada en vano, te disculpas, escuchándote a ti decir: "no lo sabía, lo desconocía, nadie me lo ha dicho". ¿Nadie te lo ha dicho? Pero Cristo no deja de hablar; el Profeta no deja de decir: Dichoso el que cuida del necesitado y del pobre (Sal 40,2). No ves el arca vacía de tu superior, pero ves, sin duda, como un edificio que se levanta, en el cual podrás entrar y orar. ¿Acaso pasa desapercibido a tus ojos? A no ser que penséis, hermanos, que vuestras autoridades religiosas acumulan riquezas. Conozco a muchos que no sólo no acumulan, sino que están con dificultades en las necesidades cotidianas. Cosa que en absoluto se sospecha de ellos. A éstos los encontraríais si quisierais, si vigilaseis en vuestro entorno, y estuvierais atentos para dar fruto. Os he dicho lo que he podido y como he podido. Creo, además, que me he sincerado con vosotros; pero, como dice el Apóstol, no os lo he manifestado para que lo hagáis conmigo. Quiera Dios que no os haya dicho estas cosas en vano. Conceda Dios que seáis tierra regada, no pétrea, como la de los judíos, por lo que merecieron recibir tablas de piedra; sino fértil, tierra regada, que dé fruto al agricultor. Ellos, con un corazón de piedra, significado en las tablas de piedra, a pesar de todo, daban los diezmos. Vosotros gemís, y aún no ha salido nada de vosotros. Si gemís, es que estáis de parto; y si estáis de parto, dad a luz. ¿Por qué ha de ser vano el gemido? ¿Por qué ha de ser estéril? Están doloridas las entrañas, ¿y no hay nada que salga a luz? Riega los montes desde sus altas moradas. Del fruto de tus obras se saciará la tierra. Dichosos los que realizan obras; Dichosos los que oyen estas cosas con fruto, dichosos los que no claman en vano. Del fruto de tus obras se saciará la tierra. Tú produces heno para los jumentos, y hierba para el servicio de los hombres. ¿Esto para qué es? Para sacar pan de la tierra. ¿Qué pan? Cristo. ¿De qué tierra? De Pedro, de Pablo, de los demás dispensadores de la verdad. Escucha cómo es de la tierra: Tenemos, dice, este tesoro en vasos de arcilla, para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios (2Co 4,7). Él es el pan que ha bajado del cielo (Jn 6,41), para ser extraído de la tierra, cuando se predica por el esfuerzo corporal de sus siervos. La tierra produce heno, para que brote el pan de la tierra. ¿Qué tierra produce heno? El pueblo piadoso, la población santa. Para que brote pan; ¿pero de qué tierra? Para que brote la Palabra de Dios de los Apóstoles, y de los administradores de los sacramentos de Dios que aún caminan por la tierra, y que llevan un cuerpo terreno.
 Comentario al salmo 103 III, 11-12

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