miércoles, 14 de septiembre de 2016

// //

De la mano de San Agustín (4): La fe no puede obrar bien si no es por el amor.

Ahora bien, el mediador no lo es de una sola persona: Dios, en cambio, es uno solo (Ga 3,20). ¿Qué significa que el mediador no lo es de una sola persona? Que, sin duda, el mediador se halla entre dos personas. Si Dios es uno solo y el mediador no lo es de una sola persona, ¿entre qué cosa y Dios está el mediador? En efecto, el mediador no lo es de una sola persona; Dios, en cambio, es uno sólo. En el mismo Apóstol encontramos entre qué cosa y qué cosa está el mediador, cuando dice: Pues Dios es uno y único el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús (1T 2,5). Si no te hallaras caído, no tendrías necesidad del mediador; mas, puesto que lo estás y no puedes levantarte, Dios, en condición de mediador, te alarga en cierto modo su propio brazo. ¿A quién fue revelado el brazo del Señor? (Is 53, 1). Por tanto, que nadie diga: «Puesto que no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, pequemos, pues, y hagamos lo que queramos». Quien esto dice ama la enfermedad, no la salud. La gracia es una medicina. Quien quiere estar siempre enfermo, se muestra ingrato con la medicina. Por lo tanto, hermanos, recibida la ayuda, alargado hasta nosotros desde lo alto el auxilio divino, el brazo del Señor y, por el mismo brazo del Señor, hecho llegar hasta nosotros el Espíritu Santo, no somos deudores de la carne para caminar según la carne (Rm 8, 12). La fe no puede obrar bien si no es por el amor. Esa es la fe de los fieles, para que se distinga de la de los demonios, pues también los demonios creen, pero tiemblan (Cf St 2, 19). Así, pues, la fe digna de alabanza, la verdadera fe de la gracia es la que obra por amor (Cf Ga 5,6). Mas para poseer el amor y poder obrar bien por medio de él, ¿acaso podemos otorgárnoslo a nosotros, siendo así que está escrito: La caridad de Dios, que ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado? (Rm 5,5) La caridad hasta tal punto es don de Dios, que se la llama Dios, según dice el apóstol Juan: Dios es caridad, y quien permanece en caridad, permanece en Dios y Dios en él (1Jn 4,16).

Por tanto, hermanos, no somos deudores de la carne, para vivir según la carne. Pues, si vivís según la carne, moriréis (Rm 8,12). No porque la carne sea mala, pues también ella es criatura de Dios y tiene el mismo creador que el alma. Ni la carne ni el alma son partes de Dios, sino que una y otra son criaturas suyas. Por lo mismo, la carne no es un mal, pero sí lo es vivir según la carne. Dios es el sumamente bueno, porque sumamente bueno es quien dice: Yo soy el que soy (Ex 3,14). Dios, pues, es el bien supremo; el alma es un gran bien, pero no el supremo. Cuando escuchas que Dios es el bien supremo, no pienses que se dice solamente del Padre; se dice del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esta trinidad constituye una sola realidad, y Dios es único a la vez que supremo bien. Así, pues, no hay más que un Dios, y eso has de responder cuando te pregunten por la misma Trinidad. No vayas a pensar cuando oyes que hay un solo Dios que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son la misma persona. Esto no es cierto, pues el que en aquella Trinidad es Padre, no es Hijo; quien es Hijo, no es Padre; quien es Espíritu Santo no es ni Hijo ni Padre, sino Espíritu del Padre y, el mismo, Espíritu del Hijo. Uno mismo es el Espíritu Santo del Padre y del Hijo, eterno con el Padre y el Hijo, consustancial a ellos e igual. Esta Trinidad en su totalidad es un solo Dios sumamente bueno. El alma, en cambio, como dije, creada por el supremo bien, es un gran bien, pero no el supremo bien. Igualmente la carne: no es ni el supremo bien, ni siquiera un gran bien, pero es un bien, aunque pequeño. El alma, por lo tanto, es un gran bien, aunque no el supremo bien. Viviendo entre el bien supremo y un bien pequeño, es decir, entre Dios y la carne, inferior a Dios, pero superior a la carne, ¿por qué no se conforma en su vida al bien supremo, sino al menor? Dicho más claramente: ¿Por qué no vive según Dios, y vive según la carne? No es deudora de la carne para vivir según la carne ( Cf Rm 8,12). Es la carne la que debe vivir según el alma, no el alma según la carne. Viva una según la otra, según quién reciba la vida de quién. Que cada una viva según aquello de donde recibe la vida. ¿De dónde trae la vida tu carne? De tu alma. ¿De dónde trae su vida tu alma? De tu Dios. Cada una de estas cosas viva conforme a lo que le da la vida. La carne no se la da a sí misma; pues la vida de la carne es el alma. Tampoco el alma se da la vida a sí misma, pues la vida del alma es Dios. El alma, por tanto, debe vivir según Dios, pues no es deudora de la carne para vivir según la carne. Por ello, si la que debe vivir según Dios y vive conforme a sí misma viene a menos, ¿obtiene beneficio de vivir según la carne? Sólo vivirá rectamente la carne según el alma si el alma vive según Dios. Pues si el alma quisiera vivir, no digo ya según la carne, sino según ella misma, como he dicho... Voy a deciros en qué consiste vivir conforme a sí misma; es bueno y muy saludable que lo sepáis.
Sermón 156, 5-6


0 Reactions to this post

Add Comment

Publicar un comentario