viernes, 7 de octubre de 2016

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De la mano de San Agustín (1): Fe inicial y fe adulta

  Jamás se engría la humana soberbia, puesto que Dios premia con sus bienes sus propios dones. Pero éste que ora ya y dice: Retribuye a tu siervo (y así) viviré, si estuviese muerto del todo, no oraría; pero, con todo, recibió el comienzo del buen deseo de Aquel a quien pide la vida de obediencia. 

Quienes decían: Señor, acreciéntanos la fe, esto es, los apóstoles, tenían ciertamente alguna fe, lo mismo que aquel que confesaba su incredulidad y no negaba su fe, ya que, al ser preguntado si creía, contesta: Creo, Señor; ayuda a mi incredulidad. Por tanto, habiendo comenzado a vivir, pide vida al que creyendo pide obediencia; no premio por haberla cumplido, sino ayuda para cumplirla, ya que, acrecentándosele la vida, va vivificándose en todo tiempo el que se renueva de día en día.

San Agustín, (CS 118, 7, 3)

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