viernes, 14 de octubre de 2016

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De la mano de San Agustín (4): Los años han sido siempre iguales.

Pasemos ahora a ensayar el modo de evidenciar que aquellos años no eran tan breves que diez de ellos completen uno nuestro, sino que los años de la larga vida de aquellos hombres eran tan largos como los actuales (regulados también por el curso del sol). En primer lugar está escrito que el año seiscientos de la vida de Noé tuvo lugar el diluvio. ¿Por qué, si aquel año tan reducido, diez de los cuales hacen uno nuestro, tenía treinta y seis días, se lee en este lugar: Y el agua del diluvio vino sobre la tierra en el año seiscientos de la vida de Noé, el mes segundo, el día veintisiete del mes? Si ese año tan breve tomó nombre de la antigua usanza, o no tiene meses, o su mes es de tres días, para tener doce meses. ¿Cómo o por qué se dijo el año seiscientos del mes segundo, el día veintisiete del mes, sino porque los meses entonces eran tales cuales son ahora? 

De otra suerte, ¿a qué viene el decir que el diluvio comenzó el día veintisiete del mes segundo? De igual modo, al fin del diluvio se lee: Y el arca el mes séptimo, el día veintisiete del mes, enquilló sobre los montes de Ararat. Y el agua iba descendiendo hasta el mes undécimo, y en el mes undécimo, el primer día del mes, aparecieron las cumbres de los montes. Luego, si los meses eran iguales que los nuestros, también lo eran, sin duda, los años, puesto que meses de tres días no pueden tener veintisiete días. Y si se llamaba día a la trigésima parte de tres días, disminuyendo así todo proporcionalmente, sigúese que aquel enorme diluvio que, según la Escritura, duró cuarenta días y cuarenta noches, se redujo a cuatro días no completos de los nuestros. ¿Quién aguantará tal absurdo y disparate? En consecuencia, deséchese este error, que de tal forma pretende construir sobre una conjetura falsa el edificio de la fe en nuestras Escrituras, que lo destruye. El día era evidentemente entonces igual que ahora, constaba de veinticuatro horas, y el mes lo mismo que el actual, y se contaba por el principio y el fin de la luna; y el año era también igual, y se componía de doce meses lunares, a los que había que añadir cinco días y seis horas para ajustarse al curso solar. Según esto, es cierto también que el diluvio comenzó el mes segundo del año seiscientos de la vida de Noé, el día veintisiete de ese mismo mes. Además, el diluvio se prolongó durante cuarenta días con inmensas lluvias, y estos días no tenían dos horas o poco más, sino veinticuatro. 

Como conclusión, diremos que los antiguos vivieron más de novecientos años y que los años eran todos iguales, tanto los ciento setenta y cinco que vivió Abrahán, como los ciento cincuenta que vivió Jacob, como los ciento veinte que vivió Moisés, como los setenta u ochenta o no muchos más que viven los hombres, de quienes está escrito: Y lo que pasa de eso, trabajo v dolor.
CdeD, XV, 14, 1

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