miércoles, 14 de diciembre de 2016

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De la mano de San Agustín (2):La virginidad del espíritu es la integridad de la fe católica.

 Por lo tanto, amadísimos, fijaos en vosotros mismos. También vosotros sois miembros de Cristo, también vosotros sois cuerpo de Cristo. Prestad atención a cómo sois lo que él dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. ¿Cómo seréis madre de Cristo? Y todo el que escucha y todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos ese es mi hermano, mi hermana y mi madre ( Mt 12,46-50). Reflexiona: entiendo lo de hermanos, entiendo lo de hermanas: única es la herencia; y por eso la misericordia de Cristo, que, siendo el único, no deseó ser el único heredero, quiso que nosotros fuésemos herederos del Padre, coherederos con él (Cf Rm 8,17). Pues la herencia es tal, que no puede menguar por la muchedumbre de los herederos. Entiendo, pues, que somos hermanos de Cristo, que hermanas de Cristo son las mujeres santas y fieles. ¿Pero cómo podremos entender el ser madres de Cristo? ¿Qué cabe decir, entonces? ¿Osaremos llamarnos madres de Cristo? Sin duda, nos atrevemos a llamarnos madres de Cristo. Habiendo dicho que todos vosotros sois hermanos de él, ¿no me atreveré a decir que sois su madre? Pero mucho menos me atrevo a negar lo que Cristo afirmó. ¡Ea!, amadísimos, mirad cómo —algo que salta a la vista— la Iglesia es esposa de Cristo. Y, aunque sea más difícil de entender, es verdad que es madre de Cristo. La Virgen María tomó la delantera a la Iglesia en cuanto figura de ella. ¿Por qué —os pregunto— es María madre de Cristo, sino porque dio a luz a los miembros de Cristo? Vosotros, a quienes me estoy dirigiendo, sois miembros de Cristo: ¿quién os ha dado a luz? Oigo la voz de vuestro corazón: ¡Madre Iglesia! Esta Madre santa, honorable, semejante a María, da a luz y es virgen. Que da a luz, lo pruebo por vosotros mismos: habéis nacido de ella; y da a luz a Cristo, pues sois miembros de Cristo. He demostrado que da a luz, voy a demostrar que es virgen. No me faltará un testimonio divino, no me faltará. Avanza ante el pueblo, bienaventurado Pablo, sé testigo de mi afirmación; alza la voz y di lo que quiero decir: Os he desposado a un varón, presentándoos a Cristo como virgen casta. ¿Dónde está esa virginidad? ¿Dónde se teme la corrupción? Dígalo el mismo que la llamó virgen. Os he desposado —dice— a un varón, presentándoos a Cristo como virgen casta; pero temo que, como la serpiente sedujo a Eva con su astucia, así también vuestro espíritu se corrompa apartándose de la castidad en relación a Cristo (2Co 11,2-3). Mantened en vuestro espíritu la virginidad; la virginidad del espíritu es la integridad de la fe católica. Allí donde Eva fue corrompida por la palabra de la serpiente, allí debe ser virgen la Iglesia por don del Omnipotente. Por lo tanto, los miembros de Cristo den a luz en su espíritu, igual que María, siendo virgen, dio a luz a Cristo en su seno, y de ese modo seréis madre de Cristo. No es algo ajeno a vosotros, no es algo fuera de vuestro alcance, ni cosa que incompatible con vosotros: fuisteis hijos, sed también madres. Os convertisteis en hijos de la madre cuando fuisteis bautizados; entonces nacisteis como miembros de Cristo. Traed al baño del bautismo a los que podáis; para que, como fuisteis hijos al nacer, así ahora podáis ser también madres de Cristo al traerlos para que nazcan.
Sermón72A, 8





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