lunes, 19 de diciembre de 2016

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De la mano de San Agustín (3): Fe e inteligencia; el ver de la Palabra

Así, pues, como se halla definida en otro pasaje, la fe es la garantía de lo que se espera, prueba de las cosas que no se ven (Hb 11,1). Si no se ven, ¿cómo persuadir de que existen? Y ¿de dónde procede lo que ves sino de aquello que no ves? Sí, en efecto; ves algo para que creas algo y, a partir de lo que ves, creas lo que no ves. No seas desagradecido a quien hizo que vieras y, a partir de ello, puedas creer lo que aún no logras ver. Dios te dotó de ojos en el cuerpo y de razón en el alma; despierta esta razón, levanta al que mora dentro de tus ojos interiores, haga uso de sus ventanas y mire la creación divina. Porque hay alguien dentro que ve por los ojos. De hecho, cuando alguna vez piensas en mí, si en tu interior está ausente el que lo habita, no ves lo que tienes ante tus ojos. En vano están de par en par las ventanas si está ausente quien por ellas mira. No son, pues, los ojos los que ven, sino que alguien ve por los ojos; levántalo, despiértalo. Pues no se te ha negado a ti: Dios te hizo animal racional, te antepuso a las bestias, te formó a su imagen. ¿Acaso debes usar tus ojos al modo de las bestias: sólo para ver qué llevar al vientre, no a la mente? Levanta, pues, la mirada de la razón, haz un uso humano de tus ojos, mira el cielo y la tierra, las bellezas del firmamento, la fecundidad del suelo, el volar de las aves, el nadar de los peces, la vitalidad de las semillas, la ordenada sucesión de los tiempos; mira lo hecho y busca al Hacedor; mira lo que ves y busca al que no ves. Cree en quien no ves a causa de lo que ves. Y para que no pienses que es mi palabra la que te exhorta, escucha al Apóstol que dice: Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a través de sus obras (Rm 1,20).
S 126, 2

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