sábado, 24 de diciembre de 2016

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Navidad (Misa medianoche) Reflexión

Un año más celebramos la Navidad. Hoy es un gran día para todos los  cristianos, para todos los seres humanos, para todos nosotros que escuchamos con asombro el anuncio del ángel. Pero, ¿cómo se dirigiría hoy el ángel a nosotros?  Su anuncio podría ser así: “No temáis, os traigo una buena noticia”. No temáis, hombres y mujeres del siglo XXI, no temáis, hombres y mujeres de la Parroquia de la Paz y los que aquí vienen a celebrar su fe; os traigo la gran noticia, la mejor noticia: Dios se ha hecho hombre, Dios no viene a juzgaros ni a condenaros; Dios no viene a imponeros cargas insoportables, Dios no viene a ejercer un dominio explotador y sumarse así a todos los explotadores del mundo. Dios se ha hecho carne, debilidad. Dios os ama tanto (diría el ángel) que quiere ser uno de los vuestros. Dios se ha solidarizado con todos vosotros, ha venido a compartir vuestras alegrías y sufrimientos, vuestros trabajos y fatigas, vuestras ilusiones y esperanzas.

Dios quiere establecer con vosotros una nueva alianza, una nueva relación de amor y amistad que nada ni nadie puede romper: Hoy Dios os ofrece a todos la luz, la verdad, el camino de la vida verdadera, la realización personal y colectiva que tanto estáis buscando. Y la señal de que esto es así la encontraréis en un niño envuelto en pañales. En lo más pobre y sencillo. Buscadle en cada hombre y mujer que sufre, en cada niño que muere de hambre, de frío y de enfermedad, en cada familia que no tiene techo donde cobijarse. Buscadle también dentro de vuestro corazón, en el hogar familiar que sabe acogerlo y recibir de él el don de la paz abundante, del amor generoso, de la fe en él firme y gozosa.
Seguid la estrella que ilumina vuestro corazón que os empuja a daros más, a servir más, a comprender más, a perdonar más, a solidarizaros más. Porque hoy, Dios ha hecho más que nadie por todos.

Hermanos, hoy celebramos el gran misterio de la solidaridad de Dios con el hombre.  Dios está con nosotros y para nosotros.  Dios confía, tiene fe en nosotros, en esta humanidad vieja de odios y rencores. Y esa confianza la deposita en este niño que se nos ha dado. Este niño que con todo el poder de la vida nueva, nos dice que sí, que todavía es posible comenzar de nuevo, que todavía hay esperanza, que el bien acabará venciendo al mal, y que todos estamos llamados a renovar de raíz lo mejor de nosotros mismos. Hoy debería haber una única noticia en todos los titulares de los periódicos que podría decir así: No hay motivo para el desánimo. La humanidad tiene futuro, porque Dios está con nosotros. 

Una noticia para comunicar. ¿Estamos viviendo, en lo íntimo de nuestro corazón, una experiencia parecida a de los pastores, de asombro, gozo y de alabanza a Dios por el misterio que celebramos? Y era tan fuerte y tan gozosa esta experiencia, que contaban a otros lo que habían visto. No podía ser menos. Y “todos se asombraban de lo que contaban los pastores”, dice el evangelio.

¿Qué familia no comunica con gozo el nacimiento de un niño, mucho más cuando se trata de primogénito? ¿Qué madre no comunica a todos la noticia de que el hijo, ausente y lejos durante varios años, viene a visitar a la familia o regresa al hogar? ¿Quién se guarda para sí solo la alegría que siente por un acontecimiento grande y muy grato que acaba de vivir y gozar?.

¿Qué cristiano puede guardar para sí solo la mejor noticia que haya podido acontecer en la historia de la humanidad, como es el hecho de Dios se hace uno de nosotros para compartir nuestra existencia, comunicarnos una vida nueva y salvarnos? Porque de eso se trata. 

Y para que la noticia sea más creíble, habrá que comunicarla con nuestra forma de vivir, con el gozo que sentimos por ser creyentes, con nuestra palabra oportuna, con la paz que queremos construir, con la vida que queremos defender, con nuestra capacidad para perdonar siempre y en todo, con nuestro amor solidario con los que menos tienen... Este mundo nuestro necesita testimonios vivos y respuestas válidas y convincentes para llenar vacíos y mantener firme la fe y la esperanza.

Que la alegría inunde nuestro corazón de agradecimiento en esta gran fiesta que celebramos.  Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad

P. Teodoro Baztán Basterra

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