miércoles, 11 de enero de 2017

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De la mano de San Agustín (6): Fe e inteligencia; el ver de la Palabra

El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre (Jn 5,19). Aquí se encarama el error de los arríanos: se encarama para caer, pues no se humilla para levantarse. ¿Qué es lo que te ha sacudido? Quieres afirmar que el Hijo es menor que el Padre, pues, has oído: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre. A partir de aquí quieres que se diga que el Hijo es menor: lo sé, lo sé, esto te ha sacudido: cree que no es menor; aún no lo puedes ver, créelo; es lo que decía hace poco. Pero ¿cómo —dirás— lo voy a creer oponiéndome a sus palabras. Es él mismo quien dice: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre. Presta atención también a lo que sigue: Pues cualquier cosa que hace el Padre, la hace también el Hijo (Jn 5,19). No hablo de que hiciera cosas semejantes. Preste Vuestra Caridad un poco de atención, no hagáis ruido en detrimento vuestro. Se necesita un corazón tranquilo, una fe piadosa y devota, y una atención religiosa. Prestad atención no a mí, la bandeja, sino al que pone el pan en ella. Prestad, pues, un poco de atención. En mis palabras anteriores exhortándoos a la fe, para que el alma, imbuida de fe, sea capaz de comprender, lo que os dije os sonó festivo, alegre, fácil, alegró vuestras mentes, lo seguisteis, lo entendisteis. En cambio, respecto de lo que voy a decir ahora, espero que algunos lo entenderán, pero temo que no todos. Y como Dios me propuso, sirviéndose de la lectura evangélica, de que he de hablaros, no puedo eludir lo que me propuso el Maestro. Temo que los que no lo entiendan, que quizá serán muchos, juzguen, tal vez, que perdí el tiempo hablando para ellos; sin embargo, pensando en los que me entenderán, mi hablar no será inútil. El que entienda lo que voy a decir, alégrese; quien no entienda, sopórtelo con paciencia; tolere no entenderlo y difiera el comprenderlo.

Así, pues, Jesús no dice: «Cualquier cosa que haga el Padre, el Hijo la hace semejante», como si el Padre hiciera unas cosas, y el Hijo otras. Ciertamente parecía como si hubiese indicado esto mismo al decir previamente: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre (Jn 5,19). Fíjate: tampoco entonces dijo: «sino lo que oye que el Padre le ordena», sino que dijo: lo que ve hacer al Padre. Por tanto, si partimos de un modo de entender o, mejor, de sentir según criterios carnales, presentó como dos artífices, el Padre y el Hijo: el Padre que obra sin modelo que imitar y el Hijo que imita lo que ve hacer al Padre. Esta comprensión es todavía carnal. Con todo, para entender las realidades superiores, no renunciemos a estas más humildes y viles. En primer lugar, imaginémonos, por ejemplo, dos artesanos, un padre y un hijo. El padre hizo un arca que el hijo no era capaz de hacer si no veía al padre hacerla. Se fijó en el arca que hacía el padre y él hizo otra semejante, no la misma. Dejo de lado por un momento las palabras siguientes del evangelio y pregunto ya al arriano: Tu comprensión de las palabras de Jesús coincide con la que acabo de exponer, a saber: el Padre hizo no sé que cosa y el Hijo, después de ver al Padre hacerla, hizo también él otra semejante? Pues esto parece ser el sentido de las palabras que te han sacudido. De hecho tampoco dice: El Hijo no puede hacer por su cuenta nada, sino lo que oye que le ordena el padre, sino: El Hijo no pueda hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre. Fíjate; si lo entiendes así, entonces el Padre hizo algo, el Hijo puso atención para ver lo que iba a hacer también él; con todo, haría algo distinto, aunque semejante a lo que hizo el Padre. Ahora bien, lo que ha hecho el Padre, ¿por medio de quién lo ha hecho? Si afirmas que no lo ha hecho por medio del Hijo, por medio de la Palabra, has incurrido en una blasfemia contra el evangelio, pues todas las cosas fueron hechas por ella (Jn 1,3). En consecuencia, lo que había hecho el Padre, lo había hecho por medio de la Palabra; y si lo había hecho por medio de la Palabra, lo había hecho por medio del Hijo. ¿Quién es ese otro que observa para hacer otra cosa distinta de la que ve hacer al Padre? No acostumbráis a decir que el Padre tenga dos hijos. El Único engendrado por él es uno solo. No obstante, por su misericordia, está sólo en cuanto a poseer la divinidad, no en cuanto a recibir la herencia. El Padre dio coherederos a su Hijo único; no herederos que haya engendrado de su sustancia como a él, sino a los que adoptó como miembros de su familia por medio de él. Efectivamente, como lo atestigua la sagrada Escritura hemos sido llamados a ser hijos por adopción (Cf Ef 1,5).
S 126, 6-7

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