sábado, 14 de enero de 2017

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De la mano de San Agustín (9): Fe e inteligencia; el ver de la Palabra

Entonces, hermanos, si no somos capaces de ver en qué consiste el ver de la palabra ¿adónde vamos? ¿Qué visión reclamamos tal vez antes de tiempo? ¿Por qué deseamos que se nos muestre lo que no somos capaces de ver? Por tanto, se nos ha hablado de cosas que deseamos ver, no de algo que ya podamos aprehender. En efecto, si eres capaz de ver el ver de la Palabra, quizá en el mismo ver el ver de la Palabra estarás viendo la Palabra misma, de nodo que no sea una cosa la Palabra y otra el ver de la Palabra. Hay que evitar poner en ella algo que la aumente, que se le asocie, que la doble, que se le junte. De hecho es una realidad simple con una simplicidad inefable. No acontece en ella como en el hombre, pues una cosa es el hombre y otra el ver del hombre, pues, algunas veces, se apaga la visión en el hombre, pero permanece el hombre. A esto me refería cuando indicaba que iba a decir algo que no todos podrían entender. Haga el Señor que algunos lo hayan entendido. Hermanos míos, se nos exhorta a ver que el ver de la Palabra excede nuestra capacidad; puesto que es pequeña, nutrámosla, agrandémosla hasta su máximo nivel. ¿Cómo? Con los mandamientos. ¿Con qué mandamientos? Quien me ama guarda mis mandamientos (Jn 14,21). ¿Qué mandamientos? Ya queremos crecer, fortalecernos, alcanzar la perfección para ver el ver del Verbo. Dinos ya, Señor, ¿qué mandamientos? Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros (Jn 13,34). Por tanto, hermanos, saquemos esta caridad de la fuente que mana en abundancia, tomémosla, nutrámonos con ella. Toma lo que te capacita para lo que deseas. Que la caridad te engendre, te nutra, te perfeccione, te fortalezca para ver el ver de la Palabra, esto es, que no es una cosa la Palabra y otra su ver, sino que el mismo ver de la Palabra se identifica con la Palabra. Y tal vez entenderás de inmediato que cuando dijo: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que vea hacer al Padre (Jn 5,19) es como si hubiera dicho: «No sería Hijo si no hubiese nacido del Padre». Baste ya, hermanos. Soy consciente de haber dicho algo que, reflexionado, tal vez se abra a muchos, pero que, de tanto repetirlo, quizá se oscurece más.
S126, 11

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