lunes, 20 de febrero de 2017

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De la mano de San Agustín (5): Deleitosa comunión la de los santos(1)

Este salmo es breve, pero muy nombrado y conocido. ¡Ved cuan bueno y deleitoso es habitar unidos los hermanos! Es tan agradable este sonido, que aun los que ignoran el Salterio cantan este verso. Es tan dulce cuanto lo es la caridad, que hace habitar en unión a los hermanos. Esto, hermanos: ¡Cuán bueno y deleitable es habitar los hermanos en unión!, no necesita interpretación o explicación; pero lo que sigue encierra algo que debe aclararse a los que llaman. Sin embargo, para que a partir de este versillo conozcamos la total estructura de este salmo, consideremos una y otra vez este primer versillo, y veamos si se dijo de todos los cristianos: ¡Cuán bueno y deleitoso es habitar los hermanos en unión!, o haya algunos señalados y perfectos que habitan en unión; y, por tanto, no se refiera a todos esta bendición, sino a algunos especiales, desde quienes, sin embargo, alcance a los demás.

 Estas palabras del Salterio, este dulce sonido, esta grata melodía tanto en el cántico como en la comprensión, dio origen a los monasterios. Ante esta voz se animaron los hermanos que anhelaron habitar unidos. Este verso fue la trompeta para ellos. Sonó por todo el orbe de la tierra, y los que se hallaban separados fueron congregados. El clamor de Dios, el clamor del Espíritu Santo, el clamor profético, no se oía en la Judea, pero se oyó en todo el orbe de la tierra. Aquellos entre quienes se cantaba se taparon los oídos para no oír este sonido, pero los abrieron otros; aquellos de quienes se dijo: Le verán aquellos a los que no se habló de Él y le entenderán quienes no le oyeron (Is 52,15). Con todo, carísimos, si consideramos bien las cosas, primeramente recibió esta bendición la pared de la circuncisión. Pues ¿acaso perecieron todos los judíos? ¿De dónde procedían los apóstoles, hijos de los profetas, hijos de los sacudidos? (Sal 126,4) Hablo como a los que ya conocéis esto. ¿De dónde eran aquellos quinientos que vieron al Señor después de la resurrección, según conmemora el apóstol San Pablo? (1Co 15,6) ¿De dónde aquellos ciento veinte que se hallaban juntos en un solo lugar después de la resurrección del Señor y la subida al cielo, sobre los que, estando reunidos, vino, enviado desde el cielo, según fue prometido, el Espíritu Santo el día de Pentecostés? Todos eran de Judea y ellos fueron los primeros que habitaron en común, porque vendieron cuanto poseían y colocaron el precio de sus bienes a los pies de los apóstoles, según se lee en los Hechos Apostólicos: Y se distribuía a cada uno conforme cada uno lo necesitaba, y nadie tenía propiedad, sino que todas las cosas les eran comunes. ¿Qué significa en uno, o en unión, o unidos? Que tenían una sola alma y un solo corazón en Dios (Hch 1,2, 4). Luego ellos fueron los primeros que oyeron: ¡Ved cuan bueno y deleitoso es habitar los hermanos en unión! Fueron los primeros que lo oyeron. Pero no sólo lo oyeron ellos, no sólo llegó hasta ellos esta bendición y unidad de los hermanos, sino que este regocijo de caridad y ofrecimiento a Dios llegó a los posteriores. Se prometió algo a Dios, pues se dijo: Haced votos y cumplidlos al Señor, Dios vuestro (Sal 75,12). Sin embargo, mejor es no prometer que prometer y no cumplir (Si 5,4). Pero debe estar pronto el ánimo a prometer y cumplir, no acontezca que, al juzgarse incapaz de cumplir, sea perezoso para prometer. Y, efectivamente, nunca cumpliría si piensa que ha de cumplir por sus propias fuerzas.
En in ps.132, 1-2

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