miércoles, 26 de abril de 2017

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De la mano de San Agustín: ¡Cuán gozosa ha de ser la vigilia del amigo de Cristo!

¡CRISTO HA RESUCITADO!
¡RESUCITEMOS CON ÉL A UNA VIDA NUEVA!
¡ALEGRÍA Y PAZ, HERMANOS, EL SEÑOR RESUCITÓ! ¡ALELUYA!

Para exhortarnos a imitarle, el bienaventurado apóstol Pablo menciona también sus frecuentes vigilias, entre otras muchas pruebas de su virtud. ¡Cuánto mayor ha de ser nuestra alegría en la observancia de esta vigilia, en cierto modo la madre de todas las santas vigilias en la que todo el mundo está despierto! No aquel mundo del que está escrito: Si alguien ama el mundo, la caridad del Padre no reside en él, puesto que las cosas del mundo no son sino concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y ambición mundana, que no procede del Padre. Este mundo, es decir, los hijos de la incredulidad, lo gobiernan los diablos y sus ángeles; contra ellos tenemos entablada una batalla según dice el mismo Apóstol: Nuestra lucha no es contra la carne ni la sangre, sino contra los príncipes, potestades y gobernantes de este mundo, de estas tinieblas. También nosotros lo fuimos en otro tiempo; ahora, en cambio, somos luz en el Señor. Resistamos, por tanto, a los gobernantes de las tinieblas con la luz de las vigilias. No es ese mundo el que se mantiene en vela en esta solemnidad, sino aquel del que se dice: Dios estaba reconciliando el mundo consigo en Cristo, no imputándoles sus delitos. …En esta noche, pues, está en vela todo el mundo, tanto el mundo enemigo como el mundo reconciliado. Está en vela éste, ya liberado, para alabar al médico; está despierto aquél, ya condenado, para blasfemar contra el juez. Está en vela el primero, enfervorizado y resplandeciente en sus mentes piadosas; está despierto el segundo, consumiéndose y rechinando sus dientes. A aquél le impide dormir en esta fiesta la caridad, a éste la maldad; a aquél el vigor cristiano, a éste la envidia diabólica.

Así, pues, nuestros mismos enemigos, sin darse cuenta, nos indican cómo debemos permanecer en vela en beneficio nuestro, si por nuestra causa están despiertos quienes nos miran con recelo. En efecto, incluso entre aquellos que en ningún modo han sido señalados con el nombre de Cristo, son muchos los que esta noche no pueden dormir, unos por dolor, otros por pudor, y algunos que se van acercando a la fe, también por temor a Dios. Por diversos motivos los mantiene despiertos esta fiesta solemne. ¡Cuán gozosa ha de ser la vigilia del amigo de Cristo, si hasta el enemigo vela con dolor! Si el pagano se avergüenza de ir a dormir, ¡con cuánto ardor ha de permanecer en vela el cristiano, envuelto Cristo en tanta gloria! A quien ha entrado ya en esta gran casa, ¡cuán conveniente le es mantenerse en vela en tan gran fiesta, si ya lo está quien se dispone a entrar en ella! Permanezcamos, pues, en vela y oremos para celebrar esta vigilia exterior e interiormente. Háblenos Dios en sus lecturas; hablemos nosotros a Dios con nuestras preces.

Si escuchamos en actitud obediente sus palabras, en nosotros habita aquel a quien dirigimos nuestra oración.
S 219

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