miércoles, 12 de abril de 2017

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SOLEDAD II

"¡Se consumó!", gritaste con rugido
cual de mil cataratas, voz de trueno
como la de un ejército en combate
-Tú a muerte con la Muerte-; y tu alarido,
de Alejandría espiritual, la nueva
soberbi Jericó de los paganos,
la de palmeras del saber helénico,
derrocó las murallas, y de Roma
las poternas te abrió. Siguióse místico
silencio sin linderos, cual si el aire
contigohubiese muerto, y nueva música
surgió, sin son terreno, en las entrañas
del cielo aborrascado por el luto
de tu pasión. Y del madero triste
de tu cruz en el arpa, como cuerdas
con tendones y músculos tendidos
al tormento, tus miembros exhalaban,
al toque del amor -amor sin freno-,
la canción triunfadora de la vida.
¡Se consumó! ¡Por fin, murió la Muerte!

Solo quedaste con tu Padre -solo
de cara a Ti-, mezclasteis las miradas
-del cielo y de tus ojos los azules-,
y al sollozar la inmensidad, su pecho,
tembló el mar sin orillas y sin fondo
del Espíritu, y Dios sintiéndose hombre,
gustó la muerte, soledad divina.
Quiso sentir lo que es morir tu Padre,
y sin la Creación vióse un momento
cuando doblando tu cabeza diste
al resuello de Dios tu aliento humano.
¡A tu postrer gemido respondía
solo a lo lejos el piadoso mar!

Miguel de Unamuno, El Cristo de Velásquez


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