"Ven Espíritu Santo. Libérame, para que no alimente la impaciencia y el desprecio hacia otras personas.
Toma mi mirada para que pueda mirar a los demás como Jesús, con inmensa paciencia.
Contemplo a Jesús, tan comprensivo con los pecadores, tan paciente y compasivo con las debilidades de sus discípulos, tan cercano a todos.
Quiero aprender de Jesús, paciente y humilde, para encontrar descanso y alivio en mis impaciencias.
Bendigo a todas las personas que me molestan, que me desagradan, que me cansan, que me perturban, que me interrumpen.
Las bendigo para que sean cada día más bellas y santas, para que reflejen tu amor y tu hermosura.
Pasa tu mano por sus vidas para que sean felices.
Ven Espíritu Santo a mi vida, penetra en mi interior, acaríciame con tu divina calma.
Cura las heridas de mi intimidad que me llevan a rechazar a los demás.
Sana la raíz de mi intolerancia, de mis malas reacciones, y regálame el don de la paciencia.
Amén."
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Los Cinco Minutos de San Agustín
¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por primera vez, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y yo no era capaz aún de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: "Soy alimento de adultos: crece y podrás comerme. Y no me transformarás en sustancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú me transformarás en mí."
P. José Luis Alonso, OAR
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