viernes, 13 de octubre de 2017

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LO QUE AHORA VEMOS CUMPLIDO, DEBE MOVERNOS A CREER LO QUE NO VIMOS


 Si todo esto no se demuestra con tanta evidencia que los adversarios, adonde quiera que vuelvan la vista, encuentren el fulgor de la luz que les obligue a confesar la verdad, decís, y tal vez con razón, que no hay motivos para creer lo que no veis. Si, por el contrario, lo que estáis viendo fue anunciado mucho antes y se ha cumplido con toda exactitud; si la verdad se os manifiesta a sí misma en los hechos, pasados y presentes, entonces, ¡oh restos de la infidelidad!, para creer lo que no veis, sonrojaos ante lo que veis.

Prestadme atención, os dice la Iglesia; prestadme atención, pues me veis, aun sin quererlo. Todos los fieles que había en aquel tiempo en la Judea conocieron estos hechos cuando se realizaron: que Cristo nació milagrosamente de la Virgen; que padeció, resucitó y subió a los cielos, y, además, todas sus palabras y obras divinas. Estas cosas no las visteis vosotros, y por eso os negáis a creerlas. Pero mirad, ved y considerad atentamente las que estáis viendo. No se os habla de las pasadas ni se os anuncian las futuras: se os muestran las presentes. ¿Os parece de poca monta, o imagináis que no es un milagro, y un milagro estupendo, que todo el mundo siga a un hombre crucificado? No visteis lo que fue vaticinado y cumplido sobre el nacimiento de Cristo según la carne: He aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo; pero veis cumplida la promesa que hizo Dios a Abraham: En tu descendencia serán bendecidas todas las naciones. No visteis los milagros de Cristo que la profecía anuncia con estas palabras: Venid y ved las obras del Señor, los prodigios que ha dejado sobre la tierra (Sal 45,9); pero veis lo que fue vaticinado: Díjome el Señor: tú eres mi Hijo; hoy te engendré yo. Pídeme y haré de las gentes tu heredad, te daré en posesión los confines de la tierra (Sal 2,7-8). No visteis lo que fue anunciado y cumplido referente a la pasión de Cristo: Han taladrado mis manos y mis pies, puedo contar todos mis huesos; y ellos me miran, me contemplan; se han repartido mis vestiduras y echan suerte acerca de mi túnica; pero veis lo que en el mismo salmo fue anunciado y ahora aparece cumplido: Se acordarán del. Señor y se convertirán a El todos los confines de la tierra, y le adorarán todas las familias de las gentes; porque del Señor es el reino, y Él dominará a las naciones (Sal 21,17-19,28-29). No visteis la profecía, que se cumplió, acerca de la resurrección de Cristo; pero hablando en nombre de Él, el Salmista dice primeramente del traidor y de los perseguidores: Salían fuera y hablaban reunidos, murmuraban contra mí todos mis contrarios; contra mí pensaban mal; en mi daño dijeron palabras injustas. Y para demostrarles que nada conseguirían dando muerte al que había de resucitar, añadió estas palabras: ¿Por ventura el que duerme no volverá a levantarse? Y un poco después, en el mismo salmo, anunció del traidor lo que también está escrito en el Evangelio: El que comía mi pan, alzó contra mí su calcañal; es decir, me pisoteó. E inmediatamente añadió: Pero tú, ¡oh Señor!, ten piedad de mí, haz que me levante, y les daré su merecido (Sal 40,7-11; Jn 13,18). Esto se ha cumplido: durmió Cristo y despertó, es decir, resucitó, El es quien en otro salmo, por boca del mismo profeta, dijo: Acósteme y me dormí, y me levanté porque el Señor me sustentaba  (Sal 3).

No visteis esto, ciertamente; pero veis su Iglesia, de la que también se ha cumplido lo anunciado: Señor Dios mío, a ti vendrán los pueblos desde los últimos confines de la tierra y dirán: Verdaderamente nuestros padres adoraron dioses falsos, vanidad sin provecho alguno. Esto, ciertamente lo veis, queráis o no. Y aunque os imaginéis que hay o que hubo algún provecho en el culto de los dioses falsos, sin embargo, a innumerables pueblos gentiles que habían abandonado, derribado o destruido esas estatuas inútiles, les oísteis decir: Verdaderamente nuestros padres adoraron dioses falsos, vanidad sin provecho alguno; si es el hombre el que se hace los dioses, entonces no son dioses 11. Y no se os ocurra pensar que estos pueblos han de venir a Dios en un lugar divino determinado, porque se ha dicho: A ti vendrán los pueblos desde los últimos confines de la tierra. Entended, si podéis, que al Dios de los cristianos, que es el Dios altísimo y verdadero, no vienen los pueblos gentiles caminando, sino creyendo. Esto mismo anunció otro profeta: El Señor será terrible contra ellos y destruirá a todos los dioses de la tierra, y todos, cada uno desde su lugar, y todas las islas de las gentes le adorarán 12. Lo que uno dice: A ti vendrán todos los pueblos, el otro lo expresa de esta manera: Cada uno desde su lugar le adorarán. Vendrán, por consiguiente, a Él sin salir de su lugar, porque, creyendo en Él, lo hallarán en su propio corazón.

No visteis lo que fue anunciado y cumplido acerca de la ascensión de Cristo: Álzate, ¡oh Dios!, sobre los cielos; pero veis lo que añade el profeta: Y brille tu gloria por toda la tierra 13. No visteis todos aquellos hechos ya pasados referentes a Cristo, pero estos que están presentes en su Iglesia no podéis negarlos. Os demostramos la predicción de aquellos y de éstos, pero no podemos demostraras el cump1imiento de todos, porque es imposible presentar de nuevo ante la vista el pasado.
(F. invis IV, 7)

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