lunes, 23 de octubre de 2017

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LOS POBRES SON DE DIOS


        A espaldas de Jesús, los fariseos llegan a un acuerdo para prepararle una trampa decisiva. No vienen ellos mismos a encontrarse con él. Les envían a unos discípulos acompañados por unos partidarios de Herodes Antipas. Tal vez, no faltan entre estos algunos poderosos recaudadores de los tributos para Roma.

        La trampa está bien pensada: “¿Es lícito pagar impuestos al César o no?”. Si responde negativamente, le podrán acusar de rebelión contra Roma. Si legitima el pago de tributos, quedará desprestigiado ante aquellos pobres campesinos que viven oprimidos por los impuestos, y a los que él ama y defiende con todas sus fuerzas.

        La respuesta de Jesús ha sido resumida de manera lapidaria a lo largo de los siglos en estos términos: “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Pocas palabras de Jesús habrán sido citadas tanto como éstas. Y ninguna, tal vez, más distorsionada y manipulada desde intereses muy ajenos al Profeta, defensor de los pobres.

          Jesús no está pensando en Dios y en el César de Roma como dos poderes que pueden exigir cada uno de ellos, en su propio campo, sus derechos a sus súbditos. Como todo judío fiel, Jesús sabe que a Dios “le pertenece la tierra y todo lo que contiene, el orbe y todos sus habitantes” (salmo 24). ¿Qué puede ser del César que no sea de Dios? Acaso los súbditos del emperador, ¿no son hijos e hijas de Dios?

        Jesús no se detiene en las diferentes posiciones que enfrentan en aquella sociedad a herodianos, saduceos o fariseos sobre los tributos a Roma y su significado: si llevan “la moneda del impuesto” en sus bolsas, que cumplan sus obligaciones. Pero él no vive al servicio del Imperio de Roma, sino abriendo caminos al reino de Dios y su justicia.

        Por eso, les recuerda algo que nadie le ha preguntado: “Dad a Dios lo que es de Dios”.

       Es decir, no deis a ningún César lo que solo es de Dios: la vida de sus hijos e hijas. Como ha repetido tantas veces a sus seguidores, los pobres son de Dios, los pequeños son sus predilectos, el reino de Dios les pertenece. Nadie ha de abusar de ellos.

       No se ha de sacrificar la vida, la dignidad o la felicidad de las personas a ningún poder. Y, sin duda, ningún poder sacrifica hoy más vidas y causa más sufrimiento, hambre y destrucción que esa “dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano” que, según el papa Francisco, han logrado imponer los poderosos de la Tierra. No podemos permanecer pasivos e indiferentes acallando la voz de nuestra conciencia en la práctica religiosa.
José Antonio Pagola


                                        ORACION DE ACCION DE GRACIAS

        El mundo sigue lleno de fariseos. Enséñame, Señor, y dame valor para decir las cosas por su nombre.
       ¿Por qué tenemos que dar el bonito nombre de «paraísos fiscales» a las cuevas de Alí Babá donde se refugian los botines del narcotráfico, de la prostitución y de los magnates que no quieren pagar impuestos?
      ¿Por qué decimos «pagar en negro» y no decimos estafar a las escuelas, los hospitales, la seguridad social, la red de transportes y todos los servicios públicos de que gozamos y que quizás criticamos porque no funcionan bien?
       ¿Por qué las leyes permiten que los ricos contribuyan menos que los pobres? ¿Por qué, cuando Hacienda se equivoca, se sanciona al contribuyente?
       ¿Por qué no se nos pregunta si queremos que con nuestro dinero se financie el ejército o el aborto?
       Todo esto son cosas del César y, en consecuencia, cosas de Dios.
       Por esto tenemos que llevarlas a la oración.

P. Julián Montengro Sáenz, OAR.

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