sábado, 25 de noviembre de 2017

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LA DISCIPLINA CRISTIANA (5)

El hombre debe amar a Dios para ser feliz

Fijaos cómo está más abreviado, y todavía somos perezosos. Ved que eran dos y se han reducido a uno. ¡Adelante! Ama al prójimo, y ¡te basta! Pero ámalo como te amas a ti mismo, no como te odias a ti mismo. Ama a tu prójimo como a ti mismo; pero lo primero es que te ames a ti mismo.

No hay que amar al dinero de modo que no estés dispuesto a compartirlo con el prójimo. —Tienes que examinar cómo te amas a ti mismo. Y tienes que oír: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente (Mt 22,37). Pues como el hombre no pudo hacerse a sí mismo, tampoco puede hacerse feliz a sí mismo. Una realidad, que no es el mismo hombre, lo hizo hombre; otra realidad, que no es el mismo hombre, lo ha de hacer feliz. Ciertamente que él mismo, al errar, ve que no puede ser feliz por sí mismo, y ama otra cosa para ser feliz. Ama eso en el punto mismo en que cree que se hace feliz. Y ¿qué creemos que ama en el momento en que cree que se hace feliz? La riqueza, el oro, la plata, las posesiones; brevemente lo repito: la riqueza. Pues todo lo que poseen los hombres en la tierra, todo de lo que son dueños, se llama riqueza (o pecunia). Sea un siervo, un vaso, un campo, un árbol o ganado; cualquier cosa de éstas se llama pecunia—riqueza. Y ¿de dónde la riqueza fue llamada pecunia por primera vez? Porque los antiguos todo lo que tenían lo tenían en pécoras (o ganado), de ahí viene pecunia. De pécora se llama pecunia. Leemos que los antiguos patriarcas fueron pastores ricos. Luego amas la riqueza, oh hombre; y riqueza para ti es aquello que crees que te puede hacer feliz, y la amas mucho. Querías amar a tu prójimo como a ti mismo, divide con él tu riqueza. Discutía qué cosa es: has sido encontrado; has aparecido ante tus ojos, te has visto y te has valorado. No estás dispuesto a compartir con el prójimo tu riqueza. Pero ¿qué es lo que le responde la avaricia benigna? ¿Qué es lo que me responde? Si lo llego a dividir con él, habrá menos tanto para mí como para él; queda disminuido lo que amo, pues ni él lo tendrá todo ni yo tampoco. Pero porque le amo como a mí mismo, le deseo que tenga tanto que ni lo mío se disminuya y que él mismo se nivele conmigo.

La envidia es un vicio diabólico que procede de la soberbia

 Hay quienes desean bien al necesitado, pero no le dan nada. —Te deseo la mejor manera de que no pierdas nada; y ojalá que digas la verdad o que, al menos, la desees. Porque temo que tengas envidia. ¿Cómo va a ser social tu felicidad a la que molesta la felicidad ajena? ¿O es que cuando tu vecino ha comenzado a enriquecerse y que ya va a levantar cabeza y a ir detrás de ti, no temes quizá que te siga y que te pase? ¡De seguro que amas al prójimo como a ti mismo! Pero yo no estoy hablando de los envidiosos, ¡que Dios aparte esta peste de las almas de todos los hombres, cuánto más de los cristianos: el vicio diabólico del cual solamente el diablo es reo, y eternamente reo! Porque no se le ha dicho al diablo para ser condenado: has cometido adulterio, has robado, te has apropiado de la villa ajena, sino: tú, caído, has envidiado al hombre que estaba en pie. La envidia es el vicio diabólico; pero tiene su propia madre. La madre de la envidia se llama soberbia. La soberbia hace envidiosos. Sofoca a la madre y no serás de la hija. Por esto Cristo enseñó la humildad. Yo no hablo a los envidiosos, hablo a los que desean el bien. Hablo a aquellos que desean bien a los amigos para que lleguen a tener tanto cuanto tienen ellos mismos. Desean bien a los necesitados, para que tengan también cuanto tienen ellos; pero no quieren darles de lo que ellos tienen. ¿Por eso te vanaglorias, hombre cristiano, porque deseas bien? Es mejor que tú el mendigo, que te desea muchas cosas y no tiene nada. Tú quieres desear bien al que no recibe nada de ti: da algo al que te desea bien. Si es bueno desear bien, dale la recompensa. Te desea bien el pobre, ¿por qué tiemblas? Voy más lejos: estás en la casa de la disciplina. Añado algo a lo que he dicho: da al que te desea bien. Es Cristo. El, que te lo ha dado, te lo pide a ti. Avergüénzate. El, siendo rico, quiso ser pobre para que tú tuvieses pobres a quienes dar. Da algo a tu hermano, da algo a tu prójimo, da algo a tu compañero. Tú eres rico, él es pobre. Esta vida es el camino, y camináis juntos.
Disc. Chr.VI- VII

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