martes, 16 de enero de 2018

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LECTIO DIVINA II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO- Reflexión

  En más de una ocasión quedamos un tanto asombrados cuando leemos las vidas de los santos o de personas que, sin tener esa denominación, cruzan los límites de lo ordinario ¿Por qué son así? ¿Es fácil llegar a esa altura? ¿Por qué no somos todos de la misma línea y de la misma categoría?   
      
El caso es que, a lo largo de la historia, aparecen y suceden una serie de hombres y mujeres que, siendo muy normales, marcan un nivel extraño y de una referencia sin par: son santos/as, y con un punto de arranque un tanto especial: aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Esta actitud proviene de la fe y de una confinza en Dios. El Señor llama a Samuel y éste le responde inmediatamente; los apóstoles, como lo manifiesta el evangelio de hoy, escuchan a Jesús que les dice: venid y lo veréis, y lo siguieron. San  Pablo entrará en este contexto de otra manera: ¿no sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él.

    No nos sorprendan las referencias tan llenas de fe y amor; son expresividad de la palabra de Dios en un momento en el que comienza el tiempo ordinario y surgen encuentros y llamadas a las que van a seguir respuestas inmediatas que serán camino para otras personas en el futuro. Vivimos en el tiempo y, por pura gracia de Dios, nuestras personas tienen la posibilidad de orientarse hacia un ambiente no creado por nuestras fuerzas sino por pura gracia que se nos concede. Tal vez, sería oportuno pensar si la orientación de nuestro camino en la vida se sostiene desde un valor sobrenatural, como pura gracia que se nos concede, y a la respuesta fiel que nosotros debemos dar.

    Cuando pensamos cómo entablar con el mundo  de hoy un diálogo que sslga de la esfera de lo repetido y de la superficialidad, no hay que pensar en griteríos relevantes.Lo único válido en cristiano es abrir el corazón y descubrir la posibilidad de creer en Dios que es todo para nosotros. Él habita en nuestro interior y Él puede orientar nuestra vida al igual que orientó a Samuel, a Pablo y a los primeros apóstoles. Ahí está nuestra referencia continua y cuya percepción hace que nosotros sacudamos nuestra superficialidad y adquiramos- digamos sí- una vida cristiana verdadera y para siempre, teniendo como modelo a Cristo. Por nuestra parte, se requiere actitud humilde de querer escuchar y una certeza de que es Dios quien llama y quiere dirigir nuestro camino.

    Siempre, pero cada día, es el momento en que suena el aldabonazo de la gracia que nos invita a salir de la rutina y de rehabilutar nuestro interior en la configuración con Cristo. En cada momento se hace presente la voz divina con el venid y lo veréis. Siempre es llamada y seguridad de Dios para quien crea que es Palabra divina, motivo de felicidad completa y razón de vida en todo momento. Una vez, escuchada y asumida la voz divina, necesariamsente surgirá la voz de Dios que nos saque de nuestras seguridades y oriente nuestro ser en un camino lleno misericordia, de amor y de esperanza.

RESPUESTA desde NUESTRA REALIDAD

    Más de una vez tendríamos que tomar cuenta de cuántas “llamadas” estamos tan atentos y cómo ponemos total admiración y hasta necesidad. Justificamos tal talante porque las creemos válidas y hasta consideradas como triunfo personal. Y… la llamada de Dios ¿por qué no tiene más ilusión y hasta más necesidad? La vida tiene un constante momento y el Señor nos habla siempre. ¿Se puede entender la existencia humana sin la presencia de Dios? La invitación de Jesús: venid y lo veréis es seguir el camino verdadero, aceptar la voluntas de Dios y traducir la existencia en relación personal conm Jesús.

ORACION
    Dios todopoderoso, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha compasivo la oración de tu pueblo y concede paz a nuestros días. Por J.N:S. Amén.

PENSAMIENTO AGUSTINIANO

   " ¿Qué buscáis? Responden: Rabí -que significa Maestro-, ¿dónde vives? Contesta Jesús: Venid y vedlo. Y se fueron con él y vieron dónde vivía y se quedaromn en su compañía aquel día. Era aproximadamente la hora décima. ¿Carece acaso de intención, el que el evangelista no precise la hora?¿Podemos creer que no quiera advertirnos nada o que nada busquemos? Es la hora décima. Este número significala ley, que se dio en diez mandamientos. Mas había llegado el tiempo de cumplirla por el amor, ya que los judíos no pudieron hacerlo por el temor. Por eso dijo el Señor: No he venido a destruir la ley, sino a darle plenitud. Con razón, pues, le siguen estos dos testimonios del amigo del esposo, a la hora décima, hora en que oyó: Rabí -que significa maestro-. Si el Señor oyó que le llamabanm Rabí a la hora décima y el número diez simboliza la ley, el maestro de la ley no es otro que el mismo dador de la ley. Nadie diga que uno da la ley y otro lo enseña. La enseña el mismo que lo da" (Comentario al ev. según san Juan 7, 8- 10).
    P. Imanol Larrínaga, OAR.

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