lunes, 26 de febrero de 2018

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Escuchémosle; hagamos lo que nos manda y esperemos lo que nos prometió

Al leer el santo Evangelio hemos escuchado la gran visión que tuvo lugar en la montaña, cuando Jesús se transfiguró ante tres de sus discípulos: Pedro, Santiago y Juan. Su rostro resplandeció como el sol significa el resplandor del Evangelio. Sus vestidos se volvieron blancos como la nieve significa la purificación de la Iglesia, a la que se referían estas palabras del profeta: Y aunque vuestros pecados fueran como escarlata, los haré blancos como la nieve. Elías y Moisés hablaban con él, porque la gracia del Evangelio tiene el testimonio de la ley y los profetas. La ley, en Moisés, y los profetas, en Elías, para decirlo en pocas palabras… Escuchemos.

Plugo a Pedro hacer tres tiendas, una para Moisés, otra para Elías y otra para Cristo. Le deleitaba la soledad del monte y sufría el tedio del tumulto de las cosas humanas. Mas ¿por qué buscaba tres tiendas sino porque no conocía todavía la unidad entre la ley, la profecía y el Evangelio? Inmediatamente le corrigió la nube. Hablando estas cosas, dice, una nube esplendente los cubrió. Ved que la nube hizo una sola tienda; ¿por qué buscabas tres? Y una voz desde la nube: «Este es mi hijo amado, en quien me he complacido; escuchadle». Habla Moisés, pero escuchadle a él. Habla Elías, pero escuchadle a él. Hablan los profetas, habla la ley, pero escuchadle a él, voz de la ley y lengua de los profetas. El habla en ellos; él se apareció personalmente cuando lo tuvo a bien. Escuchadle a él, escuchémosle. Pensad que cuando hablaba el Evangelio era como si hablase la nube. De allí nos llegó la voz. Escuchémosle; hagamos lo que nos manda y esperemos lo que nos prometió.
San Agustín, Sermón 79




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