domingo, 18 de febrero de 2018

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I DOMINGO DE CUARESMA.-B- Reflexión

El primer domingo de cuaresma de cada año la liturgia de la Palabra nos habla, entre otras cosas, de las tentaciones de Jesús en el desierto. Este año leemos el Evangelio de Marcos. Marcos, al contrario de Mateo y Lucas, no nos detalla las tentaciones. Sólo nos dice que fue tentado por Satanás. Hasta en esto se quiso parecer Jesús a nosotros. Fue en todo igual, menos en el pecado.  

En cuanto hombre, era débil, como nosotros, pero poseía la fuerza del Espíritu. Y hubo momentos en que la tentación era mucho más fuerte. Por ejemplo, en Getsemaní, en que le pedía al Padre que le quitara la cruz, que le evitara el sufrimiento, el dolor y la muerte, pero, en últimas,  aceptaba la voluntad del Padre, se apoyaba en Él, y así pudo llevar a término la misión que el mismo Padre le había encomendado.

Por eso Jesús es un modelo de vida para nosotros. Un ejemplo a seguir. Somos frágiles, la tentación nos ronda en todo momento para hacernos caer en el pecado; el camino de la vida o de la fe es duro y difícil, y, al contrario de Cristo, caemos en  la tentación y pecamos. No contamos con la fuerza del Espíritu. 

¿Quién no siente la tentación, por ejemplo, de fijarse en los defectos de los demás y criticarlos, de la ambición y la avaricia, de la ira en muchas ocasiones y deseos de venganza, de la lujuria y la impureza, de la pereza y la frialdad en la relación con Dios (dejar la misa, la oración, los sacramentos...), de pasar indiferentes ante los problemas o necesidades del prójimo, de engañar para aprovecharse de los demás, de negar la palabra a otros por la razón que fuera, etc. 

La tentación no es pecado. Yo diría que ni siquiera es mala, porque nos sirve para purificarnos, para fortalecernos y hacernos más humildes, más necesitados de Dios. Nuestra vida, como el desierto, es lugar de prueba y purificación. Y también de oración, de lucha y confianza en el Padre.

La cuaresma es un tiempo importante (tiempo fuerte, se llama en la liturgia), Es un tiempo para pensar y reflexionar en nuestro interior sobre nuestra condición de creyentes y pecadores, sobre la necesidad de reafirmar nuestra fe, de mejorar en algunos aspectos de nuestra vida (cada cual verá), es un tiempo de conversión. La liturgia lo llama tiempo favorable, tiempo de gracia. Es un tiempo serio, pero no triste. Es un tiempo penitencial, pero no de luto, sino de esperanza gozosa en el perdón de un Dios que nos ama sin merecerlo, con amor gratuito. 

Es un tiempo para pensar y convencernos de que Dios es lo único importante, lo único que merece la pena, lo único que permanece, y que lo demás pasa, lo único que puede dar sentido pleno a nuestra vida, lo único que puede hacernos felices. Y si no, preguntad a los que así sienten y viven. Que los hay; muchos más de lo que pensamos.

Pero para poder sentir y vivir todo esto, es necesaria la conversión. Nos estamos jugando ya desde aquí una vida feliz para siempre. Dios ha puesto en nuestras manos las mejores cartas para ganar la partida con total seguridad. 

Por eso hoy nos dice Jesús: Se ha cumplido el plazo, el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio. Quien trabaja para ajustar su vida a los criterios del Evangelio, a lo que dice Jesús y a su estilo de vida, ya está salvado. Vale la pena intentarlo. 

En cierta ocasión, en un pueblo en fiestas, un político venido de fuera me dijo que él no creía en Dios. Y yo le dije: “¡Cuánto lo siento!”. No dije más. Se quedó perplejo. Pues lo sentí, porque -aunque fuera un gran profesional de la política, y ganara un buen sueldo, y tuviera su prestigio...,- le faltaba lo más importante, lo único necesario.  No sé si mis palabras hicieron mella en él, pero al menos en ese momento, se quedó pensativo, que no es poco. 

Aprovechemos, pues, este tiempo de gracia, este tiempo favorable, para reafirmarnos en nuestra fe, o para volver a Dios y la Iglesia, si es que nos habíamos alejado. Dios espera siempre y perdona de corazón. Porque es Padre y nos ama mucho más de lo que imaginamos.
P. Teodoro Baztán Basterra, OAR.

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