lunes, 26 de marzo de 2018

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En su pasión tuvo lugar el perdón de todos los pecados

Procesión de Ramos, Mt 21, 1-11: Aquel asno somos nosotros

No te avergüences de ser jumento para el Señor. Llevarás a Cristo, no errarás la marcha por el camino: sobre ti va sentado el Camino. ¿Os acordáis de aquel asno presentado al Señor? Nadie sienta vergüenza: aquel asno somos nosotros. Vaya sentado sobre nosotros el Señor y llámenos para llevarle a donde él quiera. Somos su jumento y vamos a Jerusalén. Siendo él quien va sentado, no nos sentimos oprimidos, sino elevados; teniéndole a él por guía, no erramos: vamos a él por él; no perecemos.
Sermón 189,4

Con toda solemnidad leemos y celebramos la pasión de quien con su sangre borró nuestras culpas para reavivar gozosamente nuestro recuerdo a través de estas prácticas anuales y hacer que, mediante la afluencia de gente, irradie mayor claridad nuestra fe. La solemnidad me pide hablaros, en la medida que el Señor quiera concedérmelo, de su pasión. Ciertamente, en cuanto sufrió de parte de sus enemigos, nuestro Señor se dignó dejarnos un ejemplo de paciencia para nuestra salvación, útil para esta vida por la que hemos de pasar; de manera que, si así él lo quisiere, no rehusemos el padecer lo que sea en bien del Evangelio. Puesto que aun lo que sufrió en esta carne mortal lo sufrió libremente y no por necesidad, es justo creer que también quiso simbolizar algo en cada uno de los hechos que tuvieron lugar y fueron escritos respecto a su pasión.

En primer lugar, en el hecho de que después de entregado para la crucifixión llevó él mismo la cruz, nos dejó una muestra de paciencia e indicó de antemano lo que ha de hacer quien quiera seguirle. Idéntica exhortación la hizo también verbalmente cuando dijo: Quien me ame, que tome su cruz y me siga. Llevar la propia cruz equivale, en cierto modo, a dominar la propia mortalidad.

Al ser crucificado en el Calvario, significó que en su pasión tuvo lugar el perdón de todos los pecados, de los que dice el salmo: Mis maldades se han multiplicado más que los cabellos de mi cabeza.

A su derecha y a su izquierda, respectivamente, fueron crucificados otros dos hombres, mostrando con ello que todos han de padecer, lo mismo si se hallan a su derecha que si están a su izquierda. De los primeros se dice: Dichosos los que sufren persecución por causa de la justicia; de los segundos, en cambio: Y aunque entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve.

Con el rótulo puesto sobre la cruz, en el que estaba escrito: Rey de los judíos, demostró que ni siquiera causándole la muerte pudieron conseguir los judíos que no fuera su rey quien con sublime potestad y a todas luces dará a cada uno lo que merezcan sus obras. Por esa razón se canta en el salmo: Él me constituyó rey sobre Sión, su monte santo.
Sermón 218, 1-5

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