martes, 27 de marzo de 2018

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Lectio Divina Domingo de Ramos

La celebración de este domingo da principio y totalidad a la que es una Semana grande y santa. Es llamamiento continuo y, a la vez, una opción, por supuesto, libre, para que el cristiano sepa, quiera, sufre y sea feliz. Para un cristiano se puede decir que es una sucesión de realidades que el Hijo de Dios manifiesta, vive, sufre y resucita. 

    Hoy comienza la Semana Santa y, en términos litírgicos, la “conmemoración de la entrada del Señor en Jerusálen”. Entramos en el misterio del Señor crucificado, sepultado y resucitado. Es cierto que lo del Domingo de Ramos fue una procesión con aclamaciones, una confesión de fe en tono  exultante y, a la vez, hay un dato importante que es necesario recordar: es el contenido que abarca dos referencias dignas de tener en cuenta: la entrada en Jerusalén y la salida de la misma con la cruz a cuestas. Jesús optó por un humilde asno, optó pot la humildad y la paz. Esta es la gran lección que debemos asumir en nuestro corazón y situarnos así en el camino de la vida para descubrir cómo vivir, amar, perdonar y sentir siempre la necesidad  de Quien no nos deja solos sino que más bien nos hace comprender el verdadero amor por los demás.

    Escuchamos hoy la Pasión del Señor y nos encontramos con la verdadera imagen de Quien nos ama ofreciendo totalmernte su vida por nosotros. Es nuestro Salvador que expresa su amor al Padre haciendo realidad la salvación y la felicidad de toda la humanidad. Su gran ejemplo de amor por la humanidad lo expresa en la fe en el Señor que le ayuda y manifiesta que “El nunca  está lejos” y que “su fuerza le ira corriendo a ayudarle”.

    Debemos recordar que el Hijo de Dios, “Cristo, a pesar de su condición divina,  se rebajará hasta al muerte y muerte de cruz”. Nosotros, como creyentes, nos sentimos liberados y hasta perdonados en cuanto que Cristo  conlleva sobre sí nuestros pecados, hasta darse totalmente por nosotros. Esta expresiva síntesis nos lleva a manifestar nuestro agradecimiento al Señor al dar su vida por nosotros y, a la vez, clarifica el amor infinito que nos tiene hasta llevarnos a la verdadera felicidad. Como base de nuestra expresión en la fe necesitamos arrodillarnos y contemplar el fondo y la manifestación de la Pasión que va marchando poco a poco hasta la plenitud del amor infinito del Señor y que, a la vez, debe suponer para nosotros el regalo del amor infinito con el que nos hace creer y sentirnos redimidos desde la Cruz.

    La pasión de nuestro Señor Jesucristo debe hacernos llegar al misterio del infinito amor de Dios y acompañarle no solo con la lectura de fe sino orientando nuestras vidas en el marco de una expresión de verdaderos discípulos que escuchan, aprenden y asumen el misterio del amor infinito en clave de  que no quede en una mera consideración sino en verdaderos seguidores y testigos del amor infinito de Dios. Nos viene excelente el ejemplo de los doce; son testigos de lo que están viviendo en fidelidad a lo que dice el Maestro y ellos serán los futuros transmisores de las acciones mesiánicas del Salvador.     
RESPUESTA desde NUESTRA REALIDAD
    Cuando escuchamos y meditamos la solemne entrada de Jesús en Jerusalén en plena aclamación de la gente sencilla y humilde, descubrimos las seguridad de la cercanía de Dios. Y ¿cómo puede ser que lo acusen? Desde nuestros razonamientos  no hay respuesta, por su anuncio lo condenan. Pero Dios sabe la Verdad, es la Verdad y está allí a su lado, como lo estará en la Cruz, como Justificador. Cuando en la Cruz se escucha: <¿Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?>, es plena la confianza. Clarifiquemos hoy nuestra conciencia ante la vista del Señor, que es Paz, Amor y Vida.

ORACION
    Dios todopoderoso y eterno, que hiciste que nuestro Salvador se encarnase y soportara la Cruz para que imitemos su ejemplo de humildad, concédenos, propicio, aprender las enseñanzas de la Pasión y participar en la Resurrección. Por J. N. S. Amén. 
  
PENSAMIENTO AGUSTINIANO
    Celebramos  con toda solemnidad el misterio grande e inefable de la pasión del Señor. Misterio qur, a decir verdad, nunca ha estado lejos ni del altar al que asistimos ni de nuestra boca y frente, para que retengamos siempre en el corazón lo que continuamente nos presentan los sentidos corporales.
 No obstante, esta solemnidad anual ocupa mucho más a la mente en el recuerdo de tan gran acontecimiento, para que lo que cometió hace muchos años la maldad de los judíos en un único lugar y sus ojos vieron, sea contemplado ahora en todo el orbe de la tierra con la mirada de la fe, cual si hubiera tenido lugar hoy mismo. Si aquellos contemplaban entonces de buen grado  el resultado de su crueldad, ¡con cuánto mayor agrado hemos de revocar, ayudados por la memoria, a nuestras mentes, lo que piadosamente creemos! Si ellos miraban con placer su maldad ¿no hemos de recordar nosotros, con gozo mayor aún, nuestra salvación? (San Agustín  en sermón 218 B).

. P. Imanol Larrínaga, OAR.

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