ven como un torbellino de luz.
Ven a derramarte
como un manantial de vida desbordante.
Tú conviertes mi interior
en una pradera verde y serena
donde habita la paz.
Espíritu Santo, ven,
como un impulso de viento que renueva.
Porque eres fuerza joven,
empuje saludable de vitalidad.
Déjame entrar en tu abismo luminoso,
y bailar de alegría, y nadar
entre una multitud chispeante de estrellas.
Acaríciame con tu soplo cálido que es amor.
Ven, Espíritu Santo,
Espíritu, libertad.
Ven, no te detengas, ven..."
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Los Cinco Minutos de San Agustín de Hipona
Si te agrada los cuerpos, alaba a Dios en ellos y revierte tu amor sobre su artífice, no sea que le desagrades en las mismas cosas que te agradan.
Si te agradan las almas, ámalas en Dios, porque, fijas en él, permanecerán; de otro modo desfallecerían y parecerían. Ámalas, pues, en él y arrastra contigo hacia él a cuantos puedas y diles: "Amémoslo a él"; él es el que ha hecho estas cosas y no está lejos de aquí. Porque no las hizo y se fue, sino que de él proceden y en él están. Pero he aquí que él está donde se gusta la verdad: en lo más íntimo del corazón; pero el corazón se ha alejado de él.
P. José Luis Alonso Manzanedo, OAR.
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