lunes, 30 de abril de 2018

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NO QUEDARNOS SIN SAVIA

El que permanece en mí... da fruto abundante.

La imagen es de una fuerza extraordinaria. Jesús es la «vid», los que creemos en él somos los «sarmientos». Toda la vitalidad de los cristianos nace de él. Si la savia de Jesús resucitado corre por nuestra vida, nos aporta alegría, luz, creatividad, coraje para vivir como vivía él. Si, por el contrario, no fluye en nosotros, somos sarmientos secos.

Éste es el verdadero problema de una Iglesia que celebra a Jesús resucitado como «vid» llena de vida, pero que está formada, en buena parte, por sarmientos muertos. ¿Para qué seguir distrayéndonos en tantas cosas, si la vida de Jesús no corre por nuestras comunidades y nuestros corazones?

Nuestra primera tarea hoy y siempre es «permanecer» en la vid, no vivir desconectados de Jesús, no quedamos sin savia, no secamos más. ¿Cómo se hace esto? El evangelio lo dice con claridad: hemos de esforzamos para que sus «palabras» permanezcan en nosotros.

La vida cristiana no brota espontáneamente entre nosotros. El evangelio no siempre se puede deducir racionalmente. Es necesario meditar largas horas las palabras de Jesús. Sólo la familiaridad y afinidad con los evangelios nos hace ir aprendiendo poco a poco a vivir como él.

Este acercamiento frecuente a las páginas del evangelio nos va poniendo en sintonía con Jesús, nos contagia su amor al mundo, nos va apasionando con su proyecto, va infundiendo en nosotros su Espíritu. Casi sin darnos cuenta, nos vamos haciendo cristianos.

Esta meditación personal de las palabras de Jesús nos cambia más que todas las explicaciones, discursos y exhortaciones que nos llegan del exterior. Las personas cambiamos desde dentro. Tal vez, éste sea uno de los problemas más graves de nuestra religión: no cambiamos, porque sólo lo que pasa por nuestro corazón cambia nuestra vida; y, con frecuencia, por nuestro corazón no pasa la savia de Jesús.

La vida de la Iglesia se trasformaría si los creyentes, los matrimonios cristianos, los presbíteros, las religiosas, los obispos, los educadores tuviéramos como libro de cabecera los evangelios de Jesús.
J. A. PAGOLA


                  ORACIÓN DE ACCIÓN DE GRACIAS

     Lejos de ti no hay vida verdadera, Señor, y por esto mi gran deseo
es vivir siempre unido a ti.
      Da lo mismo si soy una rama más o menos vistosa, si voy para arriba o para abajo, lo que quiero es que tu savia circule por mis venas.
     Que aprenda a vivir la vida sin quejarme de lo que me pasa, preguntándome en cada situación qué esperas de mí, firme en la convicción de que, mientras viva creyendo y amando, estoy en ti y estás conmigo.

     Que mi primer interés no sea la promoción y el beneficio personal sino el fruto que puedo dar: frutos de paz, de bondad, de belleza, de verdad y de reconciliación, que son los que vienen de ti.
P. Julián Montenegro Sáenz, OAR.

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