martes, 1 de mayo de 2018

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“Sin mí NADA podéis hacer”

 Quien no está unido a la vid no está unido a Cristo, y, quien no está unido a Cristo no es cristiano… No dijo: “Sin mí poco podéis hacer”, sino que dijo: “Sin mí NADA podéis hacer”

 Dijo Jesús que él era la vid; sus discípulos, los sarmientos, y el agricultor, el Padre; y sobre ello ya he disertado según mis alcances. Continuando en la lectura de hoy hablando de Él mismo, que es la vid, y de los sarmientos, que son sus discípulos, dice: Permaneced vosotros en mí, y yo en vosotros; pero no de igual modo Él en ellos que ellos en Él. Ambas permanencias son de provecho para ellos, no para Él; porque de tal modo están los sarmientos en la vid, que, sin darle ellos nada a ella, reciben de ella la savia que les da vida; en cambio, la vid está en los sarmientos proporcionándoles el vital alimento, sin recibir nada de ellos. Y de la misma manera, tener a Cristo y permanecer en Cristo es útil para los discípulos, no para Cristo; porque, arrancado un sarmiento, puede brotar otro de la raíz viva, pero el sarmiento cortado no puede tener vida sin la raíz.

Luego añade: Así como el sarmiento no puede de suyo producir fruto si no está unido a la vid, así tampoco vosotros si no estáis unidos a mí. Viva imagen de la gracia, hermanos; con ello instruye a los humildes y tapa la boca de los soberbios. Que repliquen, si son tan osados, los que, ignorando la justicia de Dios, intentan poner la suya como norma, sin sujetarse a la de Dios. Que respondan los que en todo buscan su placer, pareciéndoles que Dios no les es necesario para ejecutar cualquiera obra buena. ¿No van en contra de la verdad los hombres de corazón corrompido, réprobos en la fe, que no responden ni hablan sino la maldad, diciendo que de Dios tenemos el ser hombres, pero que depende de nosotros mismo el ser justos?

¿Qué decís vosotros, ilusos, que no consolidáis, sino que derrocáis el libre albedrío de su alto pedestal por vuestra vana presunción, hundiéndolo en un abismo profundo? Decís que el hombre por sí mismo puede hacerse justo: ésa es la altura de vuestra vanidad. Pero la Verdad va en contra vuestra, cuando dice: El sarmiento, de suyo, no puede producir fruto si no está unido a la vid. Corred ahora por lugares abruptos y, no hallando donde fijar el pie, precipitaos en vuestras palabrerías, llenas de viento: éstas son las vanidades de vuestra presunción. Pero escuchad lo que sigue, y horrorizaos si aún queda en vosotros algo de sentido común. El que cree poder dar fruto por sí mismo, no está unido

a la vid; quien no está unido a la vid no está unido a Cristo, y el que no está unido a Cristo no es cristiano: éste es el abismo donde os habéis sumergido.

Repasad una y mil veces las siguientes palabras de la Verdad: Yo soy la vid, y vosotros los sarmientos. El que está en mí y yo en él, éste dará mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer. Y para evitar que alguno pudiera pensar que el sarmiento puede producir algún fruto, aunque escaso, después de haber dicho que éste dará mucho fruto, no dice que sin mí poco podéis hacer, sino que dijo: Sin mí NADA podéis hacer. Luego, sea poco, sea mucho, no se puede hacer sin Aquel sin el cual no se puede hacer nada. Y si el sarmiento da poco fruto, el agricultor lo purgará para que lo dé más abundante; pero, si no permanece unido a la vid, no podrá producir de suyo fruto alguno. Y puesto que Cristo no podría ser la vid si no fuese hombre, no podía comunicar esta virtud a los sarmientos si no fuese también Dios. Pero, como nadie puede tener vida sin la gracia, y sólo la muerte cae bajo el poder del libre albedrío, sigue diciendo: El que no permaneciere en mí, será echado fuera, como el sarmiento, y se secará, lo cogerán y lo arrojarán al fuego y en él arderá. Los sarmientos de la vid son tanto más despreciables fuera de la vid, cuanto son más gloriosos unidos a ella, y, como dice el Señor por el profeta Ezequiel, cortados de la vid, son enteramente inútiles al agricultor y no sirven para hacer con ellos ninguna obra de arte. El sarmiento ha de estar en uno de estos dos lugares, o en la vid o en el fuego; si no está en la vid, estará en el fuego. Permanezca, pues, en la vid para librarse del fuego.
S. Agustín, Comentarios al evangelio de San Juan, 81, 1-3



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