domingo, 13 de mayo de 2018

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Solemnidad de la Ascensión del Señor (Ciclo B)

La Ascensión es un momento más del único Misterio Pascual de la muerte y resurrección de Jesucristo, y expresa, sobre todo la dimensión de exaltación y glorificación de la naturaleza humana de Jesús como contrapunto a la humillación padecida en el suplicio y en la muerte.

Jesús es llevado al cielo y se sienta a la derecha de Dios. Jesús, que padeció la Muerte, ahora vive resucitado con una vida que no tiene fin y llega al lugar que había anunciado en las palabras sobre el Hijo del hombre: el Hijo está ahora en su gloria por siempre.

         Ante este misterio, nuestra reacción primera está en una confesión de fe: pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra.La Ascensión es un acontecimiento equivalente a la exaltación al ámbito divino y sentarse a la derecha de Dios; se trata, en definitiva, de una afirmación que señala la vida de Jesús tras su muerte y un acto divino de reivindicación: Jesús es elevado al lugar más alto y concedido todo el honor: subió al cielo y se sentó a la derecha del Padre. La Ascensión no es la fiesta del abandono de Jesús de su Iglesia, antes bien, Él es la Cabeza y asegura su presencia constante y vitalización a la comunidad de los creyentes.

         Celebramos hoy este gran misterio pero nosotros debemos pensar en lo que conlleva: es una llamada para que, desde nuestra fe, recordemos que el mandato “anunciad el Evangelio” es Jesucristo, el Hijo de Dios. Y esto nos prepara a una convicción total en nuestra fe pero, también, a ser personas comprometidas al encargo de dar ejemplo a la humanidad. A nosotros se nos indica lo mismo que a los discípulos de Jesús: ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes.Esto conlleva a que todo cristiano no puede permanecer solo en su fe sino que, desde su vida y desde su palabra, debe ser un auténtico anunciador del evangelio, un verdadero discípulo de Jesús.

         En el momento en que vivimos es fácil constatar que la Ascensión del Señor no tenga demasiado alcance pero para todo cristiano es una llamada que, escuchada desde la fe y con la seguridad de que nunca falta la presencia de Dios, se abra un presente y un futuro que transforma totalmente el ser y el vivir de cada momento de la vida. El día de hoy nos enseña a comprender y vivir el misterio de la Ascensión proclamando un momento de la existencia de Cristo y participando por la Eucaristía en Él en quien nuestra naturaleza humana ha sido tan extraordinariamente enaltecida que participa de su misma gloria. Puede ocurrir que nunca nos planteamos este maravilloso regalo que Dios nos concede y, sin embargo, es una verdad tan grande que solo el hecho de creerlo nos lleva a claririficar la orientación de nuestra fe en un marco de ser y de vivir que es la gracia maravillosa que Dios nos concede. La palabra “ascensión” nos lleva muy mucho en la vida a un elevar la categoría de las personas, a tener altura. Desde Dios, la definición es muy distinta en razón del misterio y de la respuesta que encuentra en los cristianos: Que el Dios de nuestro Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. El creer y el vivir este regalo del Señor cambia totalmente el ser de nuestras personas y nos orienta a una constante presencia de Dios y a un vivir siendo conscientes de la gracia que viene a iluminarnos y a ser sus testigos.

RESPUESTAS desde NUESTRA FREALIDAD

         En una festividad como la de hoy, la fe nos lleva a creer y poner en práctica lo que Jesús nos indica: salir y andar los caminos del resto de la humanidad anunciando la alegría de ser y vivir cono creyentes. No es ninguna soberbia, es ser fieles a Dios ya que Él no hace otra cosa  sino bendecir nuestras personas  con la fe y con su amor para dejar en claro que la vida no es sin más un tiempo que pasa sino un camino hacia la eternidad y siendo fieles a los dones que Él nos ha concedido.

ORACION

         Dios todopoderos, concédenos exultar santamente de gozo alegrarnos con religiosa acción de gracias, porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y adonde ya se ha adelantado gloriosamente nuestra cabeza, esperamos llegar también los miembros de su cuerpo. P. J. N. S.
PENSAMIENTO AGUSTINIANO

         Ahora, hermanos, nuestro deseo ha de estar solamente en el cielo, en la vida eterna. Nadie ponga su complacencia en sí mismo, como si fuera posible a alguien vivir aquí en plena justicia y medirse con quienes viven mal, como el fariseo aquel que se autoproclama justo sin haber oído al Apóstol: «No que yo la haya alcanzado a que sea perfect». Por tanto, aún  no había recibido lo que estaba deseando. Había recibido la prenda. Éstas son sus palabras: «Quien nos ha dado el Espíritu como prenda». Deseaba llegar a aquello de lo que poseía la prenda; ésta presupone cierta participación, pero muy lejana. Ahora tiene lugar por la fe y la esperanza en el mismo Espíritu; entonces, en cambio, tendrá lugar la realidad, la especie: el mismo Espíritu, el mismo Dios, la misma plenitud. Quien  llama a los que aún están ausentes, se les mostrará cuando ya estén presentes; quien llama a los peregrinos, los nutrirá y alimentará en la patria (san Agustín en Sermón 170, 9-11).

P. Imanol Larrínaga, OAR.

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