miércoles, 9 de mayo de 2018

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“Todos estamos llamados a ser santos”

“El dinamismo de la caridad del creyente”.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!.

        La Palabra de Dios también en este quinto domingo de Pascua sigue indicándonos el camino y las condiciones para ser una comunidad del Señor resucitado. El domingo pasado se resaltaba la relación entre el creyente y Jesús Buen Pastor. Hoy, el Evangelio nos propone el momento en que Jesús se presenta como la vid verdadera y nos invita a permanecer unidos a él para dar mucho fruto. (Jn 15, 1-8).

        La vid es una planta que forma una cosa sola con los sarmientos, y los sarmientos son fecundos solo cuando están unidos a la vid.

        Esta relación es el secreto de la vida cristiana y el evangelista Juan la expresa con el verbo “permanecer” que en el pasaje de hoy se repite siete veces.

        Permaneced en mi dice el Señor, se trata de permanecer con el Señor para encontrar el valor de salir de nosotros mismos de nuestras comodidades, de nuestros espacios restringidos y protegidos para proyectarnos en el mar abierto de las necesidades de los demás y dar amplio respiro a nuestro testimonio cristiano en el mundo.

        Este coraje nace en la fe del Señor resucitado y de la certeza de que su Espíritu acompaña nuestra historia. Uno de los frutos más maduros que brota de la comunión con Cristo es de hecho el compromiso de caridad hacia el prójimo, amando a nuestros hermanos con abnegación, hasta las últimas consecuencias, como Jesús nos amó. El dinamismo de la caridad del creyente no es fruto de estrategias, no nace de solicitudes externas, de instancias sociales o ideológicas, sino del encuentro con Jesús y de permanecer en Jesús.

        Él es para nosotros la vid de la que absorbemos la savia, es decir la “vida” para llevar en la sociedad una forma diferente de vivir y de darse, lo que pone en primer lugar a los últimos.

        Cuando se es íntimo con el Señor, como son íntimos entre si la vid y los sarmientos se es capaz de dar fruto de vida nueva, de misericordia, de justicia y de paz que derivan de la resurrección del Señor. Es lo que hicieron los santos aquellos que vivieron en plenitud la vida cristiana y el testimonio de la caridad, porque eran verdaderos sarmientos de la viña del Señor. Pero para ser santo, “no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos todos estamos llamados a ser santos viviendo con el amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día ahí donde cada uno se encuentra”. (Exhortación Apostólica Gaudete et Exultare, 14)

        Todos nosotros estamos llamados a ser santos y debemos ser santos con esta riqueza que recibimos del Señor resucitado, cada actividad, el trabajo, el descanso, la vida familiar y social, el ejercicio de las responsabilidades políticas, culturales y económicas. Cada actividad, si se vive en unión con Jesús y con actitud de amor y de servicio es una ocasión para vivir en plenitud el bautismo y la santidad evangélica.

        Le pedimos ayuda a María Reina de los santos y modelo de perfecta comunión con su Divino Hijo que nos ayude que nos enseñe ella a permanecer en Jesús como los sarmientos de la viña y a no separamos nunca de su amor. Nada de hecho podemos hacer sin él porque nuestra vida es Cristo vivo presente en la Iglesia y en el mundo.
Ciudad del Vaticano, abril 29, 2018.

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