lunes, 13 de agosto de 2018

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Lectio Divina Domingo XIX Tiempo Ordinario- B-

¡Qué afán tenemos de ser felices, de gozar y que la vida sea siempre como una puerta abierta de aire fresco y hasta con fondo musical! Nadie puede negar que este sueño nos gusta siempre y queremos que permanezca y que nos dé abundante paz…

Una pregunta: ¿Es posible creer que hay algo o Alguien que sea más superior, más real y más total? Recordemos y, ojalá, sea con fe: Gustad y ved qué bueno es el Señor. Dichoso el que se acoge a Él. Esta afirmación fundamental la creemos y la cantamos con el salmo responsorial y especificamos Quién es la Verdad y la Gloria.

Vivimos en un tiempo de expectativas, de ilusiones, de deseos, también tiempo de incertidumbres, de dudas, resistencias y nervios. No podemos negar estar realidad, incluso los que creemos y. a la vez, debemos soñar que es posible un acontecimiento desde la fe, donde el Espíritu de Jesús está rompiendo costuras de una institución necesitada de renovación: ¡Levántate, come!, que el camino es superior a las fuerzas; Proclamad conmigo la grandeza del Señor; Desterrad de vosotros la amargura; Y Yo lo resucitaré en el último día… Esto escuchamos hoy desde la Palabra de Dios y es motivo grande y necesario de levantar el corazón y vivir con fe.

No se puede negar la realidad, pero es importante que, en vez de sugerir respuestas generales, cada uno entráramos en nuestro corazón y nos situáramos en actitud de interiorización de la entrega amorosa de Cristo. Aquí no valen las lamentaciones ni tampoco seguir viviendo en una fe cómoda: No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado.Aceptar a Jesús pasa, también, por acoger la palabra y la enseñanza del Padre. Los profetas anunciaron que todos serían instruidos por Dios, de modo que, escuchar su palabra con atención, dejar que se haga vida en el interior de la persona, dispone para aceptar a Jesús como pan vivo que ha bajado del cielo. Escuchar la palabra del Padre es escuchar la enseñanza del propio Jesús.

El tiempo no pasa sin más y nuestras vidas van llenando fechas y años que ojalá hayan encontrado luz verdadera para despertar e iniciar un camino cuyo centro de referencia es Cristo: sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor que Cristo os amó. Cada día tenemos la posibilidad de mantener el sentido de la fe para que nuestras personas, teniendo muy en cuenta del ejemplo de Cristo, abramos el campo de una esperanza puesta en la gracia y mantengamos un nivel que se enfrente a todo lo que sea mero cumplimiento en la fe. Los cristianos estamos señalados por nuestra fidelidad a Dios y por un estilo de vida semejante a Cristo.

Día tras día se nos ofrece la posibilidad de llevar a cabo un nivel de camino que se funda en el Pan de Vida. No es sin más un mero anuncio; es la gran verdad: Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Jesús encarnado, el que ha bajado del cielo, es el pan vivo. Se nos abre así una realidad que, solo desde la fe, se puede valorar y llevarlo a la vida. Es alimento vivo y, como tal, transforma la realidad ya que la fuerza de la vida interior no es producto nuestro sino, más bien, la presencia viva del Hijo de Dios que ha venido a salvarnos.

RESPUESTA desde NUESTRA REALIDAD

Somos personas con visión propia y con carácter de ser dueños a la hora de escuchar que debemos salir de nuestra seguridad. Es cierto que tenemos arte para prepararnos lo propio y lo rebeldes que somos para asumir una actitud que, aun siendo verdad y necesidad, creemos o juzgamos que es mucho lo que se nos pide. Escuchar la Palabra de Dios es escuchar la enseñanza del propio Jesús que nos manifiesta; el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. ¿Cómo sentimos, creemos y nos mantenemos en la fe ante el milagro maravilloso del Hijo de Dios?. Es la Palabra encarnada que se nos presenta y se nos da para nuestra felicidad.

ORACIÓN

Dios todopoderoso y eterno, a quien, instruidos por el Espíritu Santo, nos atrevemos llamar Padre, renueva en nuestros corazones el espíritu de la adopción filial, para que merezcamos acceder a la herencia prometida. Por J.N. S, Amén,
PENSAMIENTO AGUSTINIANO

 Para enseñarnos que el mismo creer es don y no merecimiento dice: «Os dije que nadie puede venir a mí, sino aquel a quien se la concede el Padre». Haciendo memoria de lo que precede, hallamos el lugar del evangelio donde había dicho: «Nadie viene a mí si mi Padre no lo atrae». No dijo: «si no lo guía, sino atrae». Esta violencia se hace al corazón, no a la carne. ¿De qué te admiras? Cree, y vienes; ama, y eres atraído. No penséis que se trata de una violencia gruñona y despreciable; es dulce, suave; es la misma suavidad la que atrae. Cuando la oveja tiene hambre, ¿no se le atrae mostrándole hierba? Pienso que no se la empuja corporalmente sino que se le sujeta con el deseo. Ven tú a Cristo así; no te fatigue la idea de uno interminable camino. Creer es llegar. En efecto, a aquel que está en todas partes, no se va navegando sino amando.(san Agustín en Sermón 131. 2).

  Fr. Imanol Larrínaga, OAR

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