La vida es corta, muy corta, y debemos aprovecharla para ser de Dios, no como quiera, sino completamente. De esta manera tendremos la dicha de vernos todos antes de poco en la otra vida, para no separarnos.
Debemos procurar vivir solo para morir bien, que es lo único importante y necesario. Se vive para morir bien cuando nuestra vida es para la virtud y para Dios.
Todo os debe servir de lección para aprender a vivir de modo que la muerte ni nos sorprenda, ni nos asuste, ni nos coja con las manos vacías de méritos, sino más bien preparados y llenos de buenas obras, única riqueza que podemos llevar al otro mundo.
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