miércoles, 5 de septiembre de 2018

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LECTIO DIVINA Tiempo Ordinario: Domingo XXII (Ciclo B)

Casi al final ya del verano es posible analizar cómo pasa el tiempo, en qué situación nos encontramos y qué soñamos y queremos para nuestro futuro. El caso es que nosotros jugamos con el tiempo, pero, no con su fondo y, si esto se plantea desde la fe, puede ocasionar a las buenas un abrir los ojos hacia el futuro a no ser que solo nos lamentemos o no queramos salir de la mediocridad.

 Una visión de la vida y, más si se ve desde la fe, puede hacemos pensar cómo Dios nos bendice siempre y así podemos enfocar la existencia con una convicción y con un talante de esperanza, diciendo: toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Cuesta mucho entender el anuncio de Jesús en el evangelio: tendrá que sufrir y morir; son palabras claras y que, sin embargo, echan por tierra los planes de los discípulos. Estos no quieren entender el programa de Jesús que va en contra de sus aspiraciones: han soñado con un Mesías poderoso y lleno de gloria. Por eso, el mensaje de Jesús, morir en la cruz, los deja paralizados. Tendrá que llegar luego la resurrección de Jesús que les recordará que era necesario que Cristo padeciera la muerte.

El seguimiento de Jesús implica la decisión de cumplir la ley tal como él la interpreta. Pero también trae consigo tribulaciones y persecuciones y requiere humildad, actitud de servicio, obras de misericordia y, en general, solidaridad con el destino de Jesús. Todos estos aspectos están incluidos en el hecho de cargar la cruz y de ir en pos de Él.

 El Señor nos exige una donación-entrega total de nosotros mismos si queremos convertirnos en testigos suyos; el verdadero discípulo no se pertenece a sí mismo, tiene que entregar su vida al Autor de su vida y solo así se adquiere la dimensión de lo eterno. Es, por tanto, Dios la referencia clara, única, la que permanece y no admite rebajas ni atención con medida. El don es infinito, el amor es real, la Ley no cambia y la fidelidad a la fe llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. Tenemos que valorar bien todo lo bueno que el Señor nos concede, nos mantiene y que, en el fondo, es nuestra fortaleza. Para nosotros, cada día es una bendición y hace falta, por nuestra parte, una atención que se convierta en un agradecimiento continuo.

Una pregunta: ¿cuál es nuestra calidad de atención y de valoración ante la presencia de Dios en nuestras personas? Tal vez, lo damos por hecho y, hasta lo vemos normal, dejamos de lado la atención de Dios sobre nosotros mismos. Este, no solo es despiste, es una falta de amor a Dios, porque ¿hay Alguien que nos ame como Él?, ¿Alguien que desee más que nadie nuestra felicidad? ¿Alguien que se entregue más totalmente que nadie a nosotros? Debemos plantearnos el don de la fe, del amor y de la esperanza desde Dios en nosotros y, únicamente así, descubriremos la presencia de Dios en nuestra vida. 

Los días no son nuestros, se acumulan llenando nuestra existencia y vale la pena descubrir su punto de partida, cuál es nuestro inicio y nuestra meta, y, así, dirigirnos en la fe al encuentro con quien es nuestro Creador, con nuestro Salvador y nuestro Espíritu santificador. Saber cuál es nuestro principio, quién nos sostiene y en quién encontraremos nuestra fuerza, es una constitución total de amor que Dios, y en quien debemos poner nuestra existencia. La vida cristiana es una canción constante de amor y, solamente desde la fe, llegamos a vivir en plena conciencia de fe y de agradecimiento.

RESPUESTAS desde NUESTRA REALIDAD

Muchas veces pensamos hacia dónde nos dirigimos, pero, en la mayoría de los casos, son lugares, cosas, visitas... que se repiten y se toman como “siempre lo mismo”. Y aquí surge una cuestión importante: el camino de nuestras personas ¿está definido desde lo esencial, desde, lo eterno, desde y hacia Dios? El caso es que queremos ser felices, pero no somos capaces de interrogarnos sobre el sentido eterno de nuestras personas y, sin embargo, es la realidad más fundamental que debemos pensar, cuidar, orientar y cuidar. No seamos cristianos de carnet (de viaje) sino de caminantes de corazón que saben y creen de dónde vienen y hacia dónde van.
 ORACIÓN
Oh Dios, que en la humillación de tu Hijo Jesucristo levantaste a la humanidad caída, concede a tus fieles una santa alegría, para que disfruten del gozo eterno los que libraste de la esclavitud del pecado. Por J, N S. Amén
PENSAMIENTO AGUSTINIANO

Hemos oído cómo suena la trompeta evangélica que exhorta a los mártires al combate en que han de vencer al mundo: «Quien quiera salvar su vida, la perderá; quien la pierde por mí la hallará». Salvándola la pierde, perdiéndole la halla. ¿Qué significa esto, sino que hay una salud del alma según este mundo y otra según Dios? En el momento de la tentación con que fueron probados los mártires, presentándoles la alternativa entre negar a Cristo y probar la muerte, quienes quisieron salvar sus almas según el mundo, negaron a Cristo, y las perdieron; en cambio, quienes las perdieron, según el mundo, confesaron a Cristo y las hallaron.(san Agustín en Sermón 306 C, 1).

  Fr. Imanol Larrínaga, OAR

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