viernes, 26 de octubre de 2018

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Buscáis a Cristo glorificado; volveos a él crucificado

Escuchaste en el Evangelio a los hijos del Zebedeo. Buscaban un lugar privilegiado, al pedir que uno de ellos se sentase a la derecha de tan gran Padre y otro a la izquierda. Privilegiado sin duda y muy privilegiado era el lugar que buscaban; pero dado que descuidaban el por dónde, el Señor retrae su atención del adonde querían llegar, para que la pongan en aquello por dónde han de caminar. ¿Qué les responde a quienes buscaban lugar tan privilegiado? ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? ¿Qué cáliz, sino el de la humildad, el de la pasión, bebiendo el cual y haciendo suya nuestra debilidad dice al Padre: Padre, si es posible, pase de mí este cáliz? Poniéndose en lugar de quienes rehusaban beber ese cáliz y buscaban un lugar privilegiado, descuidando el camino de la humildad, dijo: ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? Buscáis a Cristo glorificado; volveos a él crucificado. Queréis reinar y ser glorificados junto al trono de Cristo; aprended antes a decir: Lejos de mí el gloriarme a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.

Esta es la doctrina cristiana, el precepto y la recomendación de la humildad: no gloriarse a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Pues no tiene nada de grande gloriarse en la sabiduría de Cristo, pero sí lo es hacerlo en su cruz. Donde encuentra el impío motivo para insultar, allí encuentre el piadoso su gloria. Sea idéntico lo que provoca el insulto del soberbio y la gloria del cristiano. No te avergüences de la cruz de Cristo; para eso recibiste su señal en la frente, la sede del pudor por decirlo así. Piensa en tu frente, para no temer la lengua ajena.
S 160,5

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