jueves, 11 de octubre de 2018

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De los sermones de santo Tomás de Villanueva, obispo

Si los procuradores y los jueces son justos también lo serán los demás

Quien predica bien y obra mal, enseña condenándose a sí mismo. Es como el papagayo, al que los transeúntes escuchan con gusto, porque dice cosas que causan admiración, pero él permanece siempre en la jaula.

Te ruego que no subas al púlpito sin haber repasado los libros con madura consideración. Debes también distinguirte por las perlas y otras piedras preciosas, es decir, por tus virtudes, la castidad, la humildad, el celo de las almas, para que en todo te muestres como ejemplo de buenas obras. Dedícate, sobre todo, en silencio a la contemplación de las cosas divinas, orando a Dios. Es en verdad terrible que nosotros, que debemos ser luz para el pueblo con el fin de mostrar el camino de la salvación, seamos ocasión de pecado. Si los frailes y clérigos fuéramos tales cuales debemos ser, ¡oh, cómo nos respetarían y temerían los pecadores!

¿Qué mayor perdición de las ovejas que el pastor no tenga cuidado de ellas? ¿Y qué mayor perjuicio para el siervo que ver al señor entregado a los pecados? ¿Qué daño no experimentará la hija, cuando la madre no sólo no la corrige, sino que la escandaliza? Ésta es la verdad, que los pecados de los superiores pierden seguramente a los súbditos.

Si los magistrados y jueces son buenos, los demás serán rectos. Cierto funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún, ruega a Cristo que sane a su hijo. Aceptó el clementísimo Señor, y dice el evangelista que creyó el funcionario y toda su casa. No creyeron antes los siervos y familiares, sino que después que creyó el superior, creyó toda su casa. Tú, que eres señora en tu casa, ¿quieres que tus doncellas sean fieles y rectas con Dios? Sé tú así. Creedme: si no vais vosotros por delante con la diligencia y el ejemplo, los sirvientes y las criadas permanecerán en la pereza. El mendigo Lázaro yacía a la puerta del rico, deseando saciarse de las migajas que caían de la mesa, y ninguno se las daba, ni los sirvientes ni las criadas, nadie del numeroso grupo que formaba la servidumbre del rico. Nadie en verdad, porque, siendo avaro y cruel el señor, no había en toda la casa quien se condoliera de aquel pobre llagado. ¿Deseas y anhelas, siendo avaro, que tus hijos y servidores sean liberales y misericordiosos? Selo tú primero, ve por delante con el ejemplo y te seguirá toda la familia. Tres varones se aparecieron a Abrahán, que estaba sentado a la puerta de su tienda, a los cuales dijo: Descansad a la sombra de un árbol y os serviré un bocado de pan. Corriendo después hacia el rebaño, tomó un ternero óptimo, muy tierno, lo dio al sirviente, y éste se apresuró a cocerlo. Ved cómo el sirviente se apresura a cumplir los oficios de la misericordia y la hospitalidad, pero se apresuró primero el amo. El ejemplo del señor conmovió al sirviente y corriendo aquél, corrió también éste. Abrahán significa: «Padre de mucha gente», y en esto enseñó a los padres de todas las gentes. Por lo cual si vosotros, gobernantes de la república, deseáis que el pueblo confiado a vosotros adelante en la virtud, precededlo vosotros, corred aprisa, y os seguirán los demás; pero si sólo alabáis la virtud y no la practicáis, seréis de los que dice el Evangelio: Dicen y no hacen, y con vuestro ejemplo perderéis a la república. Obrad, os ruego, por Dios, y él mismo será vuestro premio; os dará aquí la gracia, y después la gloria. Amén.


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