jueves, 18 de octubre de 2018

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MANOJO OCTAVO DEL «PROVENTUS MESSIS DOMINICAE» RELATA LA VIDA Y PASIÓN DE LA VENERABLE VIRGEN MAGDALENA DE NAGASAKI

            V

 
  El cruel tirano a la virgen
oyó con mirada atenta,
y todos los circunstantes
vieron temblar su rudeza.
   No podía responder
ni mirar a Magdalena
y con rubor se veía
como angustiado y con pena.
   Quiso al punto como loco
con palabras convencerla;
en cambio a las objeciones
no pudo darle respuesta.
   Yo te oí con atención
como pediste, y me apena,
me estremece seguir yo
caminos de un ley nueva.
   Yo me admiro que los dogmas
de las tradiciones viejas
llene a tantos compatriotas,
y tú dejes la ley nuestra.
   Tú quieres como otros muchos,
cuya vida es ya molesta,
que los reverendos bonzos
se engañen, quien lo creyera.
   Quieres que las seculares
tradiciones y creencias
dejemos, por aceptar
una extraña ley ajena.
   ¿No conoces los edictos?
Bajo castigo se ordena
que tal doctrina no abrace
japonés ni japonesa.
   Por lo cual se te concede,
se te ofrece la propuesta
de escoger un premio máximo,
o prepararte a la prueba.
   La ley de Cristo abandona;
tu contumacia ya es terca,
no persistas, sufrirás
mi furor en consecuencia.
   No niego que tu familia
es de muy alta nobleza,
yo mismo ya lo sabía
y así todos lo confiesan.
   Te adorna inmenso candor
y eres una mujer bella,
grata, graciosa y amable
y de elegantes maneras.
   (Entonces cumplido había
los dieciocho años apenas,
más que de años, de virtudes 
la joven estaba llena.
   Te prepararé unas nupcias
dignas de ti, y tu pareja
será rica y conocida
de la gente japonesa.
   Te llenaré yo de honores
que disfrutes y riquezas
y alhajas tales que nunca
has visto ni por sospecha.
   Esto dice, y a sus siervos
poderosos les ordena
que traigan tesoros, y ellos
traen arcas bien repletas.
   En unos sacos rebozan
valiosísimas monedas
a millares, que despiden
resplandor, y cómo pesan.
   Abren luego una cajilla
de piedras preciosas llena:
topacio, zafir, collares
de radiante refulgencia.
   Todo esto Uneme dará
a ti, graciosa doncella,
porque de hoy en adelante
vivir divertida puedas.
   Y que el presente espectáculo

doblegue al fin tu cabeza
y así la posteridad
tendrá el ejemplo que espera.
   Por que no sufras la muerte
ten presentes mis promesas,
y aferrándote a la vida
consiente con mis ofertas.
   Oyendo a Uneme quedose 
silenciosa Magdalena,
y él se fiaba en persuadirla
con esas palabras pérfidas.
   Con todo, ansiosa de amor
en tan temible pelea
dio al engañoso tirano
estas voces por respuesta.
   Todo cuanto has dicho, oh juez,
lo escuché con reticencia:
préstame atención ahora
cuando expongo mis ideas.
   No es nada pisotear,
aunque te admires y veas,
dejando los sentimientos,
nuestras antiguas creencias.
   Muy bien has dicho que yo,
y así es la verdad escueta,
digo que todos los bonzos
dicen mentiras abiertas.
   Quiero que los japoneses
 oprimidos de ceguera,
dejando las falsas fábulas
sigan la fe verdadera.
   Yo deseo que rechacen
del  corazón las tinieblas,
y admitan de Dios por último
la más brillante lumbrera.
   Se ha dado una ley tiránica
a las gentes japonesas
que prohíbe el cristianismo
a  tantos que lo profesan.
   Me mandas, a tiempo fijo,
y eso en forma turbulenta,
que me exponga a los peligros
y abandone ya mis tiendas.
   Esto jamás yo lo haré,
prefiero muerte violenta:
cualquier martirio que escojas
sufriré con fortaleza.
   Pues si la gracia divina
me sostiene, ya las penas
no podrán vencerme y nunca
accederé a tus promesas.
   Créeme, pues, que no quiero
de esto acordarme siquiera,
y tendrás que desterrarlas
del corazón con tristeza.
   Refuté cuanto los bonzos
y maestros nos enseñan:
dicen que lo saben todo
y todo explicar intentan.
   Os enseñó Sakiamuni
vanidades y quimeras,
lo pintáis sentado en una
flor de loto, ¡oh futileza!

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