miércoles, 31 de octubre de 2018

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MERECIERON SER ILUMINADOS POR ÉL

Creamos, diré, y digamos que es Hijo de David, y también Señor de David. No nos avergoncemos del Hijo de David para no encontrar airado al Señor de David. Con este nombre llamaron los ciegos, con toda razón, a aquel que pasaba, y merecieron recobrar la vista. Pasaba Jesús por donde ellos estaban, y, oyendo ellos el alboroto de la turba que atravesaba, pues ya conocían de oídas lo que aún no podían ver con los ojos, gritaron con gran voz, diciendo: ¡Hijo de David, compadécete de nosotros! La turba les mandaba callar; mas ellos, con el deseo de recobrar la vista, venciendo la oposición de la turba, continuaron gritando; detuvieron al transeúnte, y merecieron ser iluminados por El, que los tocó. Ellos decían al transeúnte: ¡Hijo de David, compadécete de nosotros! Él se paró e, imponiéndose al griterío de los opositores: ¿Qué queréis—dice—que haga con vosotros? Y ellos le contestaron: Señor, que veamos. Los toca, y abre sus ojos, y vieron presente al que habían percibido cuando pasaba.

Luego el Señor ejecutó algo que es transitorio; sin embargo, hay algo que permanece estable. Una cosa, diré, es lo transitorio del Señor y otra lo estable. Es transitorio en el Señor el nacimiento de una Virgen, la encarnación de la Palabra, el progreso en la edad, la manifestación de los milagros, el sufrimiento de la pasión, la muerte, la resurrección y la subida al cielo. Todo esto fue transitorio, pues Cristo no nace, ni muere, ni resucita, ni sube al cielo otra vez. ¿Por ventura no visteis que estos acontecimientos tuvieron lugar en el tiempo, que en el tiempo dio a conocer a los caminantes algo que es transitorio, para que no se detuviesen en el camino, sino que llegasen a la patria?

En fin, también aquellos ciegos, que se hallaban sentados a la vera del camino, le sintieron cuando pasaba por allí y, con sus gritos, lo poseyeron. En el camino de este mundo, el Señor obró esto que es transitorio, y esto transitorio pertenece al Hijo de David. Por eso los ciegos dijeron al Señor que pasaba: ¡Hijo de David, compadécete de nosotros! Esto es como si hubieran dicho: “Conocimos al Hijo de David en quien pasa; advertimos por su pasar que se hizo Hijo de David”. Luego reconozcamos y confesemos también nosotros al Hijo de David para que merezcamos ser iluminados. En efecto, percibimos que pasa el Hijo de David y somos iluminados  por el Señor de David.

Comentario al Salmo 109, 5
   
   

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