jueves, 29 de noviembre de 2018

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ADVIENTO -4-

Adviento, tiempo de preparación para celebrar la Navidad

Cristo no nace el día 25 de diciembre. Nació a la vida humana hace ya 2.000 años. El 25 de diciembre, Navidad, recordamos y celebramos su Nacimiento. Como celebramos el nacimiento de alguien a quien queremos de verdad. Con la diferencia de que el cumpleaños de una persona es recuerdo y celebración de un acontecimiento que ocurrió hace x años. Poco más. Pero en el caso de Jesús, se recuerda y celebra algo que ocurrió hace 2.000 años y que se actualiza hoy y aquí en la liturgia de la Iglesia. Como si aconteciera también hoy.

Es tan importante la celebración y la actualización de este hecho que la Iglesia nos propone cerca de cuatro semanas de preparación. Hace unos años celebrábamos el jubileo de la Encarnación del Hijo de Dios. Dios, sin dejar de ser Dios, se ha hecho hombre como nosotros, ha venido a compartir nuestra misma existencia, ha entrado en la historia de la humanidad que él mismo había creado, nos libera del pecado y, caminando con nosotros, nos lleva al encuentro con el Padre; es decir, nos salva.

Así habla San Agustín de la Navidad: Se llama Navidad del Señor a la manifestación de la sabiduría de Dios en forma de niño, cuando la palabra de Dios emitió la voz de la carne... La Verdad, que está en el seno del Padre, ha brotado de la tierra para estar también en el seno de una Madre. La Verdad, que contiene el mundo, ha brotado de la tierra para ser contenida por manos de mujer. La Verdad, que alimenta de forma incorruptible la felicidad de los ángeles, ha brotado de la tierra para ser alimentada por pechos femeninos. La Verdad, a la que no basta el cielo, ha brotado de la tierra para que le baste el pesebre... ¡Despierta, hombre! ¡Por ti Dios se hace hombre!

Los tiempos litúrgicos nos hacen presente la historia de nuestra salvación. De ahí que el tiempo litúrgico del Adviento nos hace presente el momento capital del nacimiento de quien nos iba a salvar.
Como dice San Juan en el cap. 1º de su evangelio: La Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria como de Hijo único del Padre. (Al principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios). Como dice San Agustín: El que hizo todas las cosas se hizo una de tantas cosas. Hijo de Dios por Padre, pero sin madre. La Palabra, que era Dios antes del tiempo, se hizo carne al llegar el tiempo. El Hacedor del sol se hizo bajo el sol. El que llena el mundo cabe en un pesebre. Pero en modo tal que ni su grandeza se vio disminuida por su pequeñez, ni su pequeñez absorbida por su grandeza (Serm. 187).

Este hecho - que cambió totalmente la historia de la humanidad - acontece hoy también, en mí, en cuanto que Cristo me libera del pecado, cambia mi vida personal, me salva también a mí, se hace presente en mi vida.. Se hace presente, “nace”, en la familia, y en la Fraternidad, y en la comunidad cristiana, en el mundo. No es, por tanto, un hecho sólo del pasado, sino de hoy también. Es como una prolongación del mismo acontecimiento.
P. Teodoro Baztán Basterra, OAR.


 DE CUAN GRACIOSA Y APACIBLE ERA 
LA BELLEZA DE LA VIRGEN

¡Morena por el sol de la alegría,
mirada por la luz de la promesa,
jardín donde la sangre vuela y pesa;
inmaculada Tú, Virgen María!.

¿Qué arroyo te ha enseñado la armonía
de tu paso sencillo, qué sorpresa
de vuelo arrepentido y nieve ilesa,
junta tus manos en el alba fría?.

¿Qué viento turba el momento y lo conmueve?
Canta su gozo el alba desposada,
calma su angustia el mar, antiguo y bueno.

La Virgen, a mirarle no se atreve,
y el vuelo de su voz arrodillada
canta al Señor, que llora sobre el heno.

Luis Rosales Fouz
(España 1910-1992)

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