jueves, 29 de noviembre de 2018

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LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO

El Espíritu Santo no consiente la mediocridad; siempre quiere llevarnos a algo más.

El martirio es una muestra de lo que puede llegar a provocar el Espíritu Santo. Por eso la Iglesia nos propone recordar a los mártires de distintas regiones de la tierra, para reconocer la acción del Espíritu Santo y para estimular nuestra entrega. Hoy recordamos a los 117 mártires de Vietnam.

Estos mártires son personas de diversas condiciones y estados de vida: obispos, sacerdotes, catequistas, padres de familia, profesionales, pescadores. Así vemos que, en cualquier situación que vivamos, es posible entregarlo todo. Cada uno de nosotros, en la tarea que le toque realizar, puede dejarse tomar por el Espíritu Santo, y dar la vida en esa tarea generosa.

Uno de estos mártires, llamado Pablo, decía con firmeza, en medio de los tormentos espantosos que le hacían sufrir: “Estoy lleno de gozo y de alegría. No estoy solo, Cristo está conmigo".

A pesar de las crueles persecuciones, que buscaban amedrentar a los pobladores para que no se hicieran cristianos, hoy la Iglesia en Vietnam ya tiene unos seis millones de fieles cristianos. Por eso, ninguna circunstancia adversa debería hacernos pensar que no vale la pena entregarse, que nada puede ser mejor, que nuestra entrega es inútil. Ninguna lucha, llevada con amor, será infecunda, más allá de lo que nosotros lleguemos a ver con nuestros ojos. Por eso, cuando nos parece que sufrimos inútilmente, invoquemos al Espíritu Santo, y dejemos que él bendiga ese dolor. De esa manera, nuestro sufrimiento dará frutos preciosos.

Los mártires nos impulsan a entregar la vida, cada día. Es posible, si nos dejamos impulsar y fortalecer por el Espíritu Santo.

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Los Cinco Minutos de San Agustín de Hipona
Siendo tuya la eternidad, ¿acaso ignoras lo que te puedo decir o ves en el tiempo lo que acontece en el tiempo? ¿Por qué, pues, te cuento los detalles de tantas cosas? Por su puesto que no lo hago para que las conozcas por conducto mío. Me limito a estimular hacia Ti los efectos amorosos tanto míos como de mis lectores, de modo que todos exclamemos: Es grande el Señor y digno de todo honor (Sal 96,4). Lo dije entonces y lo repito ahora: todo esto lo hago por amor de tu amor.
P. José Luis Alonso Manzanedo, OAR.

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