sábado, 4 de abril de 2020

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CONTRA LA MENTIRA VIII

Explicación de algunos pasajes del Evangelio

 También son de este tenor algunas expresiones del Salvador en el Evangelio, porque el mismo Señor quiso ser Profeta de profetas. Por ejemplo, en aquellas palabras que dijo a la mujer que padecía flujos de sangre: ¿Quién me ha tocado?, y acerca de Lázaro: ¿Dónde lo habéis puesto?  De sobra sabía Él lo que preguntó como si no lo supiera. Y de este modo fingió que no lo sabía, para dar a entender otra cosa con su aparente ignorancia. Y como esa significación era verdadera, ciertamente, no era una mentira. En efecto, la mujer que padecía flujo de sangre y Lázaro difunto, hacía cuatro días, significaban a los que, en cierto modo, desconocía Jesús que lo sabía todo. Porque la mujer significaba el pueblo de los gentiles, del que se había anunciado: El pueblo que no conocí, me sirvió Y Lázaro, separado de los vivos, yacía, como una parábola profética, allí dónde aquél dijo: Fui arrojado de ante la faz de tus ojos. Y, así, en la pregunta de Cristo, como si Él no supiese quién era aquella mujer ni dónde estaba colocado Lázaro, se prefiguró todo esto y con esta significación veraz se evitó toda mentira.

 Lo mismo cabe decir de ese hecho con el que me dices que os arguyen los priscilianistas: El Señor Jesús, después de resucitar, iba de camino con dos discípulos y, al acercarse al castillo al que se dirigían, fingió ir más adelante. Allí el evangelista dice expresamente: Mas Él fingió ir más adelante  Incluso, puso la misma palabra en la que se gozan los mentirosos para mentir impunemente. Como si fuera mentira todo lo que se finge, cuando se fingen tantas cosas para poder significar, mediante ellas, otras más verdaderas. Si, efectivamente, Jesús no hubiera significado nada cuando fingió que iba más lejos, con razón se pensaría que era una mentira, pero, si se entiende bien y se refiere a lo que quiso significar, se encuentra que es un misterio. De lo contrario, serían mentiras todas aquellas cosas que, aunque no hayan sucedido, se cuentan, como acaecidas de verdad, para significar otras semejantes a ellas. De ahí aquella prolija narración de los dos hijos de un padre, del hijo mayor que se quedó con él y del menor que se marchó al extranjero 50. Por este género de ficción, los hombres atribuyeron hechos y dichos humanos a los animales irracionales y a las cosas, que carecen de sentido, para que, por medio de esas narraciones ficticias, pero muy significativas, intimasen lo que querían con mayor autoridad. No solo en los autores profanos, como en Horacio, un ratón habla a otro, y una comadreja a una raposa, y con esta narración ficticia se significa, realmente, el tema de que se trata. Por eso, también Esopo usa estas fábulas para este fin, y no ha habido nadie tan inculto que considere que haya que llamarlas mentiras. Pero también en las Letras sagradas, como en el libro de los Jueces, en el que los árboles piden un rey, y hablan al olivo, la higuera, la vid y la zarza. Todo eso es una ficción, que apunta al fin que pretende, por medio de una ficción, no por medio de una mentira, que es llegar a una significación veraz.

He dicho todo esto en relación a aquello que está escrito de Jesús: Y Él fingió ir más lejos: No sea que alguno, basado en estas palabras, como los priscilianistas, quiera tener por lícita la mentira e incluso pretenda que Cristo había mentido. El que quiera entender lo que prefiguró con esa ficción, atienda a lo que hizo, a lo que realizó después en sus actos. Pues luego marchó mucho más lejos, sobre los cielos, pero no abandonó a sus discípulos. Para significar ese hecho futuro, de su divino poder, fingió, en el presente, ese ademán humano. Y, por eso, la auténtica significación se prefiguró en la ficción presente y la verdad apareció más tarde en la realización futura. Así pues, solo pretenderá que Cristo mintió, fingiendo, el que niegue que lo cumplió al realizar lo que significó.

Otros casos del Antiguo Testamento

Como los herejes mentirosos no encuentran, en los escritos del Nuevo Testamento, ejemplos de mentira que imitar, piensan que los hay copiosísimos, para aportar a esta disputa, en la que opinan que se puede mentir, cuando se trata de los Libros de los viejos profetas. Y como allí no aparece, sino a los pocos que lo entienden, a qué se refieren los hechos y dichos, en su significación verdadera, creen ellos encontrar y descubrir, allí mismo, muchas mentiras. Pero, al pretender encontrar ejemplos a imitar, en los que puedan escudarse para poner engañar, se engañan ellos a sí mismos, y se mienten a sí mismos en su iniquidad. Pero por lo que hace a aquellas personas a las que no se puede creer que quisieran profetizar, si han hecho o dicho algo fingido con voluntad de engañar, sin duda que han mentido, aunque de sus hechos o dichos se pueda seguir algo profético, dispuesto y preparado por la divina Providencia, que sabe sacar bien incluso de los males de los hombres. Pero no por eso se deben juzgar dignas de imitación porque se encuentran en esos Libros que, con razón, llamamos santos y divinos. Pues en ellos están escritas las buenas y malas acciones de los hombres, aquéllas hay que seguirlas y éstas evitarlas. De algunas de esas acciones se nos da una sentencia, y, otras, de modo tácito, se dejan a nuestro juicio, porque no solo nos conviene alimentarnos de verdades manifiestas, sino que, también, conviene ejercitarnos en las cuestiones más oscuras.

 ¿Por qué estiman los priscilianistas que se puede imitar la mentira de Tamar y que no se puede imitar la fornicación de Judá? Ambas cosas se narran en la Escritura, sin condenarlas ni alabarlas, y se nos deja a nosotros su juicio, pero sería de admirar que se permitiera imitar, impunemente, cualquiera de ellas. Sabemos que Tamar mintió no por una pasión de meretriz, sino por el deseo de ser madre. En cuanto a Judá, aunque su acto no se tome como una fornicación, podría alguien cometerla para liberar a un hombre, igual que Tamar mintió para concebir un hombre, ¿acaso, por eso, en el primer caso sería lícito fornicar, puesto que, en el segundo, sería lícito mentir? Por tanto, debemos sopesar, con gran cuidado, nuestra doctrina no solo en lo que toca a la mentira, sino en todas las acciones humanas en las que existen "pecados de compensación". No vaya a ser que abramos la puerta no solo a ciertos pecados leves, sino, también, a toda clase de crímenes, y no quede ningún delito, infamia ni sacrilegio que no pueda cometerse y para cuya licitud no faltasen, aparentemente, motivos justos para hacerlos, pues esta opinión supondría la bancarrota de toda honradez humana.

CMend XIII-XIV

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