lunes, 13 de julio de 2020

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Si hubiera temido la tierra mala, no hubiera llegado tampoco a la buena

De aquí recibió Pablo la semilla. Es enviado a la gentilidad y no lo calla al recordar la gracia recibida de modo principal y especial para esta función. Dice en sus escritos que fue enviado a predicar el Evangelio allí donde Cristo aún no había sido anunciado. Pero como aquella otra siega ya tuvo lugar y los judíos que quedaron eran paja, prestemos atención a la mies que somos nosotros. Sembraron los apóstoles y los profetas. Sembró el mismo Señor; él estaba, en efecto, en los apóstoles, pues también él cosechó; nada hicieron ellos sin él; él sin ellos es perfecto, y a ellos les dice: Sin mí nada podéis hacer. ¿Qué dice Cristo, sembrando entre los gentiles? Ved que salió el sembrador a sembrar. Allí se envían segadores a cosechar; aquí sale a sembrar el sembrador no perezoso.

Pero ¿qué tuvo que ver con esto el que parte cayera en el camino, parte en tierra pedregosa, parte entre las espinas? Si hubiera temido a esas tierras malas, no hubiera venido tampoco a la tierra buena. Por lo que toca a nosotros, ¿qué nos importa? ¿Qué nos interesa hablar ya de los judíos, de la paja? Lo único que nos atañe es no ser camino, no ser piedras, no ser espinas, sino tierra buena —¡oh Dios!, mi corazón está, preparado— para dar el treinta, el sesenta, el ciento, el mil por uno. Sea más, sea menos, pero siempre es trigo. No sea camino donde el enemigo, cual ave, arrebate la semilla pisada por los transeúntes; ni pedregal donde la escasez de la tierra haga germinar pronto lo que luego no pueda soportar el calor del sol; ni espinas que son las ambiciones terrenas y los cuidados de una vida viciosa y disoluta.

¿Y qué cosa peor que el que la preocupación por la vida no permita llegar a la vida? ¿Qué cosa más miserable que perder la vida por preocuparse de la vida? ¿Hay algo más desdichado que, por temor a la muerte, caer en la misma muerte? Estírpense las espinas, prepárese el campo, siémbrese la semilla, llegue la hora de la recolección, suspírese por llegar al granero y desaparezca el temor al fuego.

S 101, 3

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